Fervor

Alicia Fernández LA CRIBA

BARBANZA

Imagen de archivo de una procesión de El Paso en Ribeira.
Imagen de archivo de una procesión de El Paso en Ribeira. MARCOS CREO

29 mar 2024 . Actualizado a las 12:00 h.

Vaya por delante que respeto a quienes practican una religión, siempre y cuando su credo y liturgia no vulneren los derechos humanos; ni las normas para la convivencia que se hayan otorgado, de forma democrática, los integrantes de la sociedad donde se pretende procesar. Respeto que el Estado también debe mostrar con su aconfesionalidad.

Hecha un esta puntualización, para la cofradía de los ofendiditos, decir que cada año me causa mayor estupor el milagro que se produce en España al aparecer en Semana Santa —como setas en otoño— legiones de fervorosos devotos católicos que desfilan, entre lo místico y el trance, por cuanto pueblo se precie. Fenómeno que me llena de zozobra y suscita una pregunta digna de un sexto misterio doloroso: ¿Dónde están el resto del año que no aparecen por las iglesias semivacías? O, como diría José Luis Perales, ¿a qué dedican su tiempo libre? Tengo una explicación.

Las procesiones encajan a la perfección en los rasgos que nos identifican y hacen diferentes: nuestra necesidad de socializar, nuestro escaso sentido del ridículo, el ramalazo exhibicionista y la aptitud para el teatro. Sin olvidar que en los países latinos un sarao es un sarao, aunque sea crucificar al mismísimo Jesucristo. Somos genios de la puesta en escena y esto se presta.

Mantillas, capirotes, hábitos, saetas, imágenes ostentosas, bandas de música o la mismísima Legión, todo parece poco para dar boato a esta explosión religiosa. Dicen que así viven y muestran su fervor religioso. Un error para los puristas, al confundir lo mundano con lo espiritual, lo que el propio Nazareno combatió ¡hasta con el látigo en el templo!