Rocas y minerales

Carme alborés CON CALMA

BARBANZA

MARTIAL TREZZINI | EFE

11 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

L a señora María pasó su mano por la hermosa encimera de granito pulido de su cocina, miró como relucía su brillante suelo de gres, los antiguos azulejos decorados de las paredes, el mármol de su fregadero; pensó también en su joyero con las preciosas piedras en sus anillos, pulseras y gargantillas. Le entusiasmaban aquellas gemas a cual más bonita. Entonces le vino a la mente cómo desde siempre los minerales fueron objeto de fascinación y codicia. El oro deslumbró a los que fueron en busca de «el dorado», la plata valió un potosí, las mujeres soñaron un desayuno con diamantes, los piropos femeninos incluían dientes como perlas, labios de rubí, ojos de azabache...

Los antiguos alquimistas soñaban en convertir cualquier piedra en oro. Las civilizaciones pasadas avanzaron a golpe de aleaciones y tratamiento de los minerales, cuya posesión en sus armas les hacía superiores frente a los enemigos. El poder de los nobles y clérigos se media por la posesión de hermosos objetos de orfebrería engarzados con todo tipo de piedras preciosas, y que hoy contemplamos en los museos de arte sacro.

El carbón, el petróleo, el coltán, el litio... controlan nuestra economía; son fuentes de energía que mueven el mundo del transporte y de las comunicaciones. Los minerales nos fascinan por su rareza, por su comportamiento, según las aleaciones, o la fuente de luz que los ilumine, también por la manera hermosa en que cristalizan, por su dureza, por su majestuosidad, así las enormes moles de rocas que contemplamos en el paisaje siempre impusieron temor, devoción y dieron lugar a todo tipo de creencias religiosas y supersticiones.

Con minerales y diferentes rocas se construyeron esculturas y obras arquitectónicas de gran belleza; pienso en las pirámides, los templos griegos y romanos, catedrales, acueductos… Pero la señora María sintió nostalgia y cierta tristeza al pensar que muchos de esos minerales jamás volverían a la cantera de donde salieron, ya nunca más formarían parte de la montaña que los ocultaba. Ahora muchas están carcomidas, con sus entrañas al aire, mostrando esa enorme herida producida por los explosivos y las máquinas excavadoras.

La señora María daba gracias a la tierra por esos hermosos minerales que ya formaban parte del planeta antes de que el hombre lo habitase.