Turismo

José Antonio Ventoso VIDA DESDE FUERA

BARBANZA

En la zona de Castiñeiras, en Ribeira, hay varias urbanizaciones que destinan parte de sus pisos a alquiler vacacional
En la zona de Castiñeiras, en Ribeira, hay varias urbanizaciones que destinan parte de sus pisos a alquiler vacacional CARMELA QUEIJEIRO

13 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

España espera llegar este año a los 100 millones de visitantes. La ola turística ha disparado el apetito de los inversores por construir hoteles. Barbanza, de espaldas al mundo, no contempla más iniciativas que la fochanca: ofertar pisos turísticos para atraer a los visitantes. No es más que un eufemismo americano para legalizar las viviendas patera y el realquiler.

 La crisis del 2010 se llevó por delante 50.000 pisos de protección pública, regalados como gangas a fondos buitres que ahora los usan sin ningún tipo de vergüenza como pisos turísticos. Una plataforma telemática pone en alquiler habitaciones, maquilladas con dos fotos y una mariscada. Cobran una comisión desde Silicon Valley o Londres y no generan puestos de trabajo. Esta comarca ha pasado de 15 pisos de alquiler a 15.000 habitaciones y tiene que soportar los ingentes gastos que acarrean más de 200.000 visitantes que usan agua a destajo y no la pagan; y que generan basura en cantidades industriales y no la pagan.

Este eufemismo de pisos de clase B solo permite la creación y aumento de la economía sumergida y el nacimiento de una nueva clase social de rentistas que no arriesgan nada porque las Administraciones miran para otro lado ante la imposibilidad de luchar. Usar unos servicios públicos por los que no pagan ni un centavo parece absolutamente inadmisible y me recuerda aquella película española de los años 60, El guateque, en la que el maravilloso cómico llamado Casem interpretaba al clásico caradura que acudía a las fiestas sin pagar. Cuando se acercaban a preguntarle, «¿y tú qué traes?»; él respondía: «El vaso, porque sin él no se baila».