«No sabe el felino que el coro de risas que escucha complaciente, celebrándole tamaños exabruptos, provienen de las hienas»
24 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Si partes de un candidato que hace campaña con una motosierra, que insulta a cuanto rival político tiene enfrente, que hace lo mismo con todos los periodistas que evidencian sus contradicciones, que desprecia todas las instituciones del Estado, que se manifiesta de forma exaltada y que no se corta en proferir todo tipo de amenazas en público, el resultado no puede ser un gobernante asesado.
Javier Milei, autoproclamado «máximo exponente de la libertad en el mundo» (sic), no pasaría de ser un anacronismo político hace unas décadas. Un telepredicador desaliñado que pronto pasaría al olvido sin pena ni gloria. Pero estamos en una época donde la humanidad, como ha hecho siempre pasado un tiempo de los grandes desastres, ha olvidado los riesgos de estos iluminados y sus mensajes de odio, que calan entre los ofendiditos.
El león, como gusta de llamarse, ha insultado antes al presidente colombiano («asesino terrorista»), al mexicano («patético, lamentable, repugnante»), al Papa Francisco («representante del maligno en la Tierra») y a todos los socialdemócratas europeos. Ese es el nivel. No sabe el felino que el coro de risas que escucha complaciente, celebrándole tamaños exabruptos, provienen de las hienas. Que lo merodearán y aprovecharán sus despojos, hasta que, en su ocaso, solo y débil, le piquen el billete. Antes sembrará la sabana argentina de hambre y pobreza, a la vez que esparce el estiércol del rencor por el mundo.
Ya lo dijo López Obrador cuando le llamó ignorante: «Está en lo cierto: todavía no comprendo como los argentinos, siendo tan inteligentes, votaron a alguien que desprecia al pueblo».