Alberto Rodríguez, un mariscador con alma de artista

Iago rodríguez / m. x. b. RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Elena Fernandez

El noiés le da forma a sus piezas utilizando solamente maceta y cincel

04 jul 2024 . Actualizado a las 04:55 h.

Hay ciertas personas que nacen con un talento especial para una disciplina por haber sido tocados por una varita mágica, pero en otros casos este don florece porque se lleva en los genes. Con este último grupo es con el que se siente identificado el artista Alberto Rodríguez Louro (Noia, 1962), un hombre nacido para esculpir figuras trabajadas al milímetro, ofreciendo el máximo detalle posible, y que ya contaba con un padre, Alberto Rodríguez de la Iglesia —más conocido como Tucho— que tallaba muy bien la madera. Según el propio artista, los trabajos de su progenitor fueron muy importantes para introducirlo en este mundo: «Llevo viendo formas desde muy niño».

Alberto creció en el municipio de Noia y desde que tiene recuerdo siempre ha estado pintando o haciendo formas de arcilla por vocación. La primera escultura de piedra que realizó fue un busto en una pieza pequeña de este material. «Tuve que sujetar muy fuerte la piedra y la hice usando un martillo enorme y un cincel malo», rememora entre risas. Esta figura fue la primera de muchas esculturas de piedra que acabaría esculpiendo el artista, y sería la que lo impulsaría a seguir creando arte y perfeccionando su técnica.

Sus esculturas no son piezas de arte convencionales a las cuales se les pueda encontrar un sentido o una relación común: «Son figuras particulares, tengo una idea, la improviso y la exploto al máximo». Las obras a las que da forma se salen de lo tradicional. De vez en cuando plasma en ellas algunas ideas concretas, pero lo habitual es que se nutra de improvisaciones que se le vienen a la mente una vez comienza a trabajar con el material que tiene delante, bien sea piedra, mármol o madera. Como artista, cuenta con un estilo propio y único de actuación: «Trato de sacarle jugo a todo, es como improvisar un esquema de acordes».

Aún así, su espíritu como artista no solo se limita a esculpir figuras de piedra o mármol, sino que también tiene una gran destreza para pintar sus creaciones al óleo. En su obra incluso se pueden encontrar pinturas, las cuales también ha expuesto en el pasado en diversos lugares.

Trabajo y vocación

Alberto Rodríguez cuenta con un talento innato para la escultura y la pintura. Sin embargo, nunca ha llegado a vivir únicamente de lo que le apasiona. En una primera etapa trabajó con su padre en un puesto de carnicería de la plaza de abastos de Noia y posteriormente pasó a ser mariscador en la ría de Muros-Noia, un oficio que desempeña desde hace aproximadamente dos décadas.

El artista trata de compaginar el oficio que le da de comer con la pasión que su cuerpo le pide hacer todos los días. No obstante, el trabajo de mariscador requiere de un gran esfuerzo y lo mismo sucede con algunas composiciones artísticas que diseña: «Las esculturas pequeñas son las más complicadas por los detalles, algunas suponen meses de trabajo y otras, solo semanas», confiesa Alberto Rodríguez. Aún así, el noiés trata de dedicarle todo el tiempo que puede a la creación artística: «Aquellas jornadas en las que no voy al mar me pongo con la escultura, el día que no hago nada me falta algo».

Como creador de arte, Alberto realiza obras que terminan de diferentes maneras, algunas de ellas se conservan en el taller de su casa, otras son compradas por amigos y conocidos, y algunas se exhiben al público en exposiciones: «Que a una persona le guste mi trabajo me da más satisfacción que el dinero».

Aparte de diseñar las composiciones que nacen de su deseo, el noiés también se ocupa de realizar encargos privados, como en el caso de la escultura de piedra que está situada en la plaza de Porta da Vila, ubicada en la localidad de Noia.