Israel se ha desmelenado. No es suficiente con los cuarenta mil muertos de Gaza ni los dos mil de Cisjordania, ahora a por Líbano. ¿Quién será el siguiente de este cuanto peor mejor de un genocida como Netanyahu convencido de que hasta las elecciones de noviembre a la presidencia de Estados Unidos tiene margen para llevar a cabo su política de exterminio? La derecha aplaude al parecer la necesidad que tiene Israel de multiplicar por mil el terreno que en su día robó y usurpó a los palestinos, pero esta tolerancia tiene un coste. Si Europa está de acuerdo con el exterminio en Irak, Líbano, Palestina, Libia, Etiopía o en el Yemen de cualquier residuo que recuerde a las instituciones como herramientas al servicio de los ciudadanos, no vale después llorar. Seis millones de ucranianos están en Europa. Millones de sirios, libaneses, iraquíes, tunecinos, afganos o sudaneses que son masacrados por bombas fabricadas en Europa y Estados Unidos van a escapar de una muerte cierta. En los últimos cinco mil años los pueblos del Este caminan siempre hacia el oeste, desde los mongoles a los hunos. Los pueblos del mar se agitan arrastrando y llevando por delante civilizaciones. La cuestión no es si podemos contenerlos en las fronteras sino cuánto tiempo pasará antes de que terminen por derribarlas. Obsérvese el gran éxito de Meloni, heredera del imperio romano, a modo y manera de los emperadores encargó la defensa a los bárbaros hasta que decidieron invadir el Imperio y extender la negrura medieval durante mil años. Este es el modelo que al señor Feijóo parece que convence.