Un día en las entrañas del ojo que todo lo ve, el EVA-10

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA

BARBANZA

Una delegación encabezada por el arzobispo de Santiago se adentró en la base que el Ejército del Aire tiene en Barbanza

18 oct 2024 . Actualizado a las 10:40 h.

No son muchas las personas que tienen la oportunidad de adentrarse en las instalaciones del EVA-10, la estación de vigilancia aérea que se sitúa en la cima del monte Iroite. En ocasiones, las puertas de ese fortín se abren a visitas que pueden comprobar lo que se esconde detrás de la inmensa bola que es visible desde distintos puntos de la comarca. Este miércoles fue una delegación encabezada por Francisco José Prieto Fernández, el arzobispo de archidiócesis de Santiago de Compostela, la que recorrió la base que el Ejército del Aire tiene en la sierra barbanzana.

Los invitados fueron recibidos por el comandante Javier Marcos Barreiro, jefe de la unidad, que les explicó el funcionamiento del escuadrón y su misión. La base, inaugurada en 1985, tiene como finalidad captar los movimientos de cualquier aeronave que se adentre en el espacio aéreo del noroeste peninsular. Para completar la clase teórica, la delegación se adentró en aquellas estancias que permiten conseguir este objetivo. A la visita se sumaron el coronel Juan Pedro Velázquez-Gaztelu, jefe del aeródromo militar de Santiago; el capitán de la Guardia Civil de Noia, Jorge Rodríguez; y el responsable de la unidad de investigación del subsector de tráfico en A Coruña, Samuel Lago.

Como siempre, lo más espectacular llegó cuando la expedición se adentro en la gran bola, donde se encuentra una antena inmensa que realiza un barrido de 360 grados en apenas diez segundos, suficiente para captar cualquier movimiento en el espacio aéreo y recibir información en tiempo real. Son dos radares que vigilan constantemente un radio que puede alcanzar los 300 kilómetros de distancia: uno primario, que es el encargado de detectar la presencia de aeronaves surcando el cielo, y otro secundario, que es el que realiza la identificación concreta. Los aviones emiten una señal que permite al personal del EVA-10 localizarlos y conocer su procedencia y su plan de vuelo.

Durante el recorrido, los visitantes también fueron guiados por dependencias que les permitieron conocer el modo de vida dentro de la base y las diferentes actividades que realizan sus inquilinos habituales al margen de la vigilancia del espacio aéreo. Un parque de vehículos que incluye un camión antiincendios, una enfermería totalmente equipada, un gimnasio o una estancia en la que se guardan los uniformes del personal son algunos de esos espacios destacados.

La ruta culminó con la firma del arzobispo compostelano en el libro de honor de la unidad, tras la que todos los presentes se dirigieron al salón noble, donde se sirvió un almuerzo. Antes de la despedida hubo tiempo para el intercambio de presentes y para las últimas intervenciones de agradecimiento por ambas partes.