Como el vaho

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

Los vehículos que circulaban correctamente tuvieron que sortear al kamikaze para evitar impactar con él.
Los vehículos que circulaban correctamente tuvieron que sortear al kamikaze para evitar impactar con él.

31 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Este lunes, viniendo de Santiago por la autovía, venía trazando una curva y me topé con un coche en dirección contraria. Lo primero que pensé fue que era yo el que estaba yendo mal. Lo segundo fue que nunca montaría con mi hija a caballo por la playa de Coroso. Adónde va la cabeza cuando te cagas de miedo. Llamé al 112, y luego avisé al Ateneo Valle-Inclán de lo que me acababa de pasar. No fuera a ser que se perdiese mi gran cerebro con tantos diálogos de Dragon Ball Z memorizados.

Me sucede con conducir lo que me pasa con Juego de tronos: me gustaría que me gustara pero en el fondo me parece una porquería. Irónicamente, en los coches de choque, mientras suena Daddy Yankee, siento que tengo la habilidad de Ayrton Senna y hasta apoyo el codo en la portezuela como un futbolista del Betis. A veces me acuerdo de Millet, mi profesor en la autoescuela, cuando yo me metía en su coche él debía de ver entrar a Stevie Wonder.

No sé quién fue el kamikaze. Al cruzarnos, el coche desapareció tan rápido como había aparecido, como una niebla irreal, dejándome al borde del llanto el primer minuto y muerto de risa el segundo. Te ríes porque sigues entero, porque hay en casa esperándome a dos personas que me quieren. Cuando llegué a Ribeira me quedé un rato dentro del coche.

Viendo cómo los cristales se iban empañando despacio, como si mi miedo se fuese evaporando y adhiriéndose a las ventanillas. Un coche en dirección contraria. Inesperado, fugaz, letal. Como el vaho, apenas deja rastro, como si la vida fuera solo una sombra que se disipa antes de que podamos comprenderla.