«Cuando dijeron que mi hijo era diabético me sentí culpable, que había hecho algo mal»
BARBANZA
Enma Sobrido señala que el pequeño Eric puede hacer vida normal, «pero hay que estar al pie de cañón las 24 horas»
16 nov 2024 . Actualizado a las 19:49 h.Lo recuerda perfectamente porque cree que ese día no se le olvidará jamás. Había acudido con su hijo de 2 años al pediatra y, tras hacerle unas pruebas, le dijo: «Vete directamente al hospital, no pares en ningún sitio». Así explica la ribeirense Enma Sobrido como se enteró de que Eric era diabético. «Nosotros no sabíamos absolutamente nada de la enfermedad, porque no había antecedentes, nadie en la familia la tenía y ni se nos pasaba por la cabeza».
Los síntomas habían empezado unas semanas antes, cuando el niño comenzó a beber mucha agua, pero como acababa de nacer su hermanito, lo achacaron a que era una llamada de atención: como el bebé tomaba el biberón, pues él hacía lo mismo con la botella. Sin embargo, un día una amiga le recomendó que, por si acaso, lo consultara con un médico, y fue ahí cuando llegó el diagnóstico. Además de permanecer más de una semana ingresado en el hospital de Barbanza, a los pocos días de salir se decretó el confinamiento por la pandemia del coronavirus.
Enma Sobrido agradece el gran apoyo y paciencia de todo el personal sanitario, «porque nosotros íbamos a ciegas, no teníamos ni idea de cómo funcionaba un sensor, o una bomba y fuimos aprendiendo poco a poco. Al principio, nos mandaban subir cada semana, pero luego se fue espaciando más también por lo del covid», señala la ribeirense.
Confiesa que durante mucho tiempo «me sentí culpable, que había hecho algo mal y le había fallado», pero más tarde, cuando entró en contacto con la Asociación de Nenas, Nenos e Xente Nova con Diabetes de Galicia (Anedia), ya se fue convenciendo de que no habría podido evitarlo, porque se trata de una enfermedad autoinmune que no se puede predecir.
El pequeño Eric cumplió hace una semana los 7 años, y ser diabético no le impide hacer una vida prácticamente normal, aunque siempre tiene que estar controlado, porque los niños no realizan cada día la misma actividad, están creciendo, las hormonas se hacen notar, y todo eso influye en las posibles subidas y bajadas de azúcar, que se han convertido en una banda sonora de pitidos que ya conocen todos, desde sus padres, a sus compañeros de clase y hasta su hermano pequeño, «que también quería ponerse un sensor porque lo quería imitar».
En estos cinco años la familia se ha volcado con Eric, que se ha convertido en un gran deportista y todos los fines de semana se suben al coche y recorren Galicia para participar en los distintos campeonatos de bicicleta BTT. Sobrido reconoce que esta actividad física les obliga a tenerlo mucho más controlado el día de las carreras, porque hay que hacer suplementos y jugar con la comida para que no sufra ninguna bajada de azúcar, pero «él está muy feliz y puede hacer una vida normal como cualquier otro niño».
Considera que, a pesar de todo, ellos han sido bastante afortunados, «porque mi hijo empezó con sensor desde el primer día», pero hace décadas los tratamientos eran mucho más invasivos, sobre todo para los más pequeños. La ribeirense es consciente de que se han producido numerosos avances tecnológicos para tratar la diabetes, «pero siempre hay que estar atentos, porque a veces pueden fallar, y hay que estar al pie del cañón las 24 horas del día».
De hecho, ella no ha vuelto a dormir tranquila desde que le dieron en diagnóstico, «bueno, puede que duermas algo, pero descansar no descansas porque por las noches tienes miedo a que le pueda pasar algo».
A pesar de todo, ella es optimista y confía en varias investigaciones que se están llevando a cabo para encontrar la sanación para estos enfermos. Comenta que hay un estudio con células madres que es muy prometedor, y «¡ojalá se consiga una cura! Ahora que tiene 7 años mi hijo entiende lo que le pasa, pero él no quiere ser diabético, dice que es un rollo y que cuando se va a curar».