Estaba realizando un viaje en coche. Gracias a la parte buena de las nuevas tecnologías —¡qué tiempos aquellos cuando ibas resintonizando la radio todo el trayecto!— escuchaba una emisora local. El gerente del área sanitaria de O Salnés, el doctor José Manuel Flores, intentaba contestar a los oyentes que por carta o en directo manifestaban sus quejas sobre la calidad de la sanidad pública en esa demarcación. Pero bien podría ser el doctor Ángel Facio Villanueva sobre lo que acontece y sufren los usuarios del Barbanza.
Digo que intentaba porque era palmario que no lo conseguía. Tiraba el hombre de demagogia, cambios de tercio, datos erróneos y palabras neutras para capear el temporal. Sin éxito. Incluso durante un momento me dio pena su papel en ese pimpampum sanitario, pero solo hasta que recordé que cobra por ello y es de libre designación y aceptación. El minuto de oro fue cuando le pregunta la conductora del programa si hay algún servicio que no tenga retrasos y él, ufano, recuperando el amor propio, contesta que el de digestivo. Ni un minuto pasa y un oyente asegura que lleva más de un año esperando ser atendido en esa especialidad. El ínclito Flores solo atinó a balbucear que tendría que revisarlo. Para mearse si no fuese tan serio.
En ese momento mi lóbulo parietal superior ya estaba tirando de calculadora para intentar saber cuántos millones de euros pierde el Estado y los empresarios en bajas que se eternizan por el retraso en pruebas y consultas médicas. Mi sistema límbico se ocupó el resto del viaje en las muertes y en las molestias físicas y psíquicas que se podrían evitar. Y eso duele más.