El Parlamento representa a la nación y no es raro la coincidencia en las votaciones con siglas distintas pero intereses comunes. PP, Vox, PNV y Junts unieron sus votos para que las grandes empresas no paguen impuestos o lo hagan por debajo del 5 %. Un peón de albañil o un mariscador cotiza al 12 % en IRPF. Los beneficios siguen creciendo, pero nada de obligarles a contribuir a la caja única de Hacienda. Esa caja de la que se detrajeron 18.000 millones de euros para la reconstrucción de Valencia y del bienestar de los valencianos.
El libro Economía en crisis desmonta las mentiras como la flexibilidad laboral o la bajada de impuestos. Su tesis afirma que «la reducción de impuestos constituye uno de los caballos de batalla en la política económica de la derecha». La bajada de impuestos no estimula mecánicamente el crecimiento económico al paralizar las inversiones públicas que en España actúan como cabezas tractoras del crecimiento económico. ¿Acaso hemos olvidado el franquismo? No se pagaban impuestos, es cierto, pero la pobreza reinaba por doquier salvo en una minoría privilegiada dueña.
En aquella época de tristeza y apreturas mi abuela cobraba una pensión de dos euros, 350 pesetas de 1975, una miseria. ¿Quién defiende volver a ese modelo económico? Salvo ignorantes e insensatos. El Estado miraba para otro lado o emitía sellos para atender los daños de las inundaciones de aquellos tiempos. Todos reclaman ayudas, pero no están dispuestos a colaborar con la caja común de Hacienda. No es casual que los independentistas y el PP coincidan votando en el Parlamento en defensa de los intereses de la banca, las energéticas o contra la reducción de la jornada laboral.