Ya se ha convertido en habitual ver en los locales hosteleros carteles requiriendo la incorporación urgente de trabajadores. El problema en el sector es tal que los negocios se ven obligados a ajustar horarios y a cerrar las puertas por temporadas con el fin de garantizar los días libres y las vacaciones de la plantilla.
Este mismo problema se está instaurando en otros muchos sectores. No se trata solo de que las empresas se vean abocadas a cerrar por falta de relevo generacional, sino que está llegando un punto en el que la ciudadanía no tiene a quien recurrir para resolver contratiempos del día a día. Apenas queda quien arregle averías eléctricas, quien pinte un par de habitaciones o quien sustituya una tubería. Los profesionales que hay en estos ámbitos tienen tanto trabajo que, lógicamente, apuestan por las grandes obras, aquellas que les reportan más beneficios.
El panorama es idéntico en el sector mecánico, el naval, el comercial... Tanto se ha inculcado a los jóvenes la idea de estudiar una carrera universitaria para ser alguien en la vida y tener un buen puesto que ahora ninguno quiere desempeñar un oficio. Y eso aún sabiendo que hoy en día son estos últimos los que tienen más salidas profesionales e incluso salarios que, si sigue la escasez de mano de obra, amenazan con subir como la espuma.
Algo está fallando en el sistema y urge dar con la tecla para revertir la tendencia. El problema que se avecina es grave, porque acabará condicionando el día a día de la ciudadanía. Pese a que todos lo ven, da la impresión de que nadie busca soluciones.