El código

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

Barco pescando na ría de Arousa
Barco pescando na ría de Arousa CARMELA QUEIJEIRO

27 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los fines de semana en que trabajo, por la mañana cuando salgo de casa mi hija duerme. Cuando vuelvo a casa de noche, mi hija duerme. Se me hace duro no verla y solo son dos días. ¿Cómo viven los marineros que marchan meses y dejan en tierra a sus hijos? Qué cosa más dura debe de ser eso, no puedo imaginármelo. Hay que ser un tipo duro para ir meses al mar y perderse un día, que es toda una vida, de un bebé.

Mi abuelo fue marinero, también tenía que ponerse esa armadura de sal y viento, también tuvo sus nudos en el estómago y sus despedidas en el puerto, también llevó fotos de su familia en el camarote, también tuvo miedo, también miró a las estrellas y les susurró algo que entremezclaba pena y orgullo y sacrificio. Mi abuelo era un tipo duro, porque detrás de sí mismo palpitaba un código de amor a su familia.

Desde que nació mi hija, mi respeto hacia la gente del mar se ha renovado. Con los años he ido asumiendo que la ideología es algo más superficial de lo que parecía y que hay características más profundas que nos definen mucho más como personas: la empatía, la nobleza, el sentido del deber; el código, ese código que no nos dicen.

Ese código que no se escribe, ni se vota, pero que se lleva en el tuétano y que te obliga a levantarte cada mañana aunque el corazón tenga puesta el ancla. El marinero se va al mar por los que quedan en tierra, el código de mi abuelo, que ahora siento como si fuese Braille al palpar la frente de mi hija mientras duerme. Todo lo que hago lleva tu nombre. Todo lo que hicieron lleva tu nombre, Sofía, bisnieta de Manolo, un marinero.