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El erróneo alcalde Juan de Liñares que dio origen a la Procesión de las Mortajas

ANTONIO GONZÁLEZ MILLÁN

A POBRA DO CARAMIÑAL

cedida

El «Libro nuevo de la hermandad de Jesús Nazareno de la villa de Puebla del Deán» relata la leyenda que alimenta el rito

17 sep 2022 . Actualizado a las 19:07 h.

En la tradición diletante se recrean las circunstancias que darían lugar a los inicios conocidos de la Procesión de las Mortajas en torno a la curación de un prohombre del siglo XV llamado Juan de Liñares. Suceso milagroso, que dejaría un recuerdo impresionable sobre las personas de su círculo personal más próximo y en la memoria colectiva del vecindario.

Muy posteriormente, el Libro nuevo de la hermandad de Jesús Nazareno de la villa de la Puebla del Deán (1941) relata, evocando de forma novelada y amplificada querencia mística, esta antigua leyenda hasta entonces transmitida oralmente, unos sucesos atávicos en los cuales será preciso profundizar para conocer las claves de tan excepcional manifestación ritual. Porque, si bien partimos de una tradición de declarados tintes píos, esta, desde abajo, proclama una humana aspiración de justicia divina: el fiel demanda privada y colectivamente un renacimiento de su vida a aquel mismo dios al que rinde latría. ¡Aún es pronto para morir!

Como estamos escribiendo de historia, será conveniente observar, para que nuestros lectores no se engañen, que las leyendas ancestrales de entonces como los recuerdos de momentos más recientes encierran tan solo un poso de los hechos y de los protagonistas reales. Las cosas son como se recuerdan. Y aquí, no en vano, han transcurrido más de cinco siglos desde entonces. Prevenidos de los posibles aportes que, con el devenir de los tiempos y la tradición se han ido sumando a lo que fue la realidad vivida por nuestras crédulas gentes medievales —es decir, glosas, apasionamientos, olvidos, confusiones— ofrecemos el traslado literal de aquel texto. Dice así:

Constancia escrita

«En el siglo XV. Siendo Alcalde Mayor y Regidor de Mayor Justicia de la villa de la Puebla del Deán, Don Juan de Liñares, asolaba la región con sus crímenes y rapiñas una feroz banda de salteadores que tenía atemorizada a todos los vecinos de la dicha villa.

En vísperas de la gran festividad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y para administrar justicia de muerte sobre cuatro de esos malhechores, llegaba a su casa fuerte del Deán, el dicho Don Juan de Liñares enfermo de gravedad. Al escuchar el toque de campanas que anunciaba fiesta, pregunta a sus criados, a que es debido aquel repique general. ¡Acaso no recordáis señor, le dicen, que hoy da comienzo la novena de Jesús Nazareno! En aquel momento, Don Juan, siente acaso por primera vez en su alma indiferente, el primer latigazo de la fe y ofrece en aquel mismo instante con devoción de cristiano el primer voto al Divino Nazareno.

[…] Don Juan, curado de su grave enfermedad, por la milagrosa intervención del Glorioso Nazareno, llama a sus criados y les ordena hagan traer a su presencia un carpintero, al que hace encargo de un ataúd hecho para las medidas de su propio cuerpo.

Al día siguiente a las diez de la mañana, hora en que de tiempos inmemoriales, sale de la iglesia parroquial de la Puebla del Deán, la procesión de la imagen del divino Jesús, ordena a sus servidores, le traigan y le vistan con sus mejores galas y haciendo concurrir a su presencia, a los cuatro ajusticiados les manda conducir el ataúd delante de sí y recorre de esta forma las calles de la villa portando en sus manos crispadas por la emoción un gran hachón de cera en procesión de penitencia y como ofrenda de fe, por la gracia que el Señor, al haberle curado de su grave dolencia, le había concedido.

Palabra entrecortada

Finalizada la procesión y, en el mismo atrio de la Iglesia y aún sin haberse recogido la imagen del Redentor, Don Juan de Liñares, con palabra entrecortada por la emoción, hace una invocación a Jesús Nazareno y un sentido llamamiento al duro corazón de los cuatro ajusticiados, a los cuales, en aquel momento, lleno de grandiosa solemnidad les hace gracia de sus vidas.

Este, es el origen de los exvotos que de entonces acá y a través de los siglos se vienen haciendo al divino Nazareno en el gran día de su fiesta,…».

Leído el pasaje con detenimiento, en rigor, es fundamental contrastar las informaciones asentadas en el documento. Si así lo hacemos, veremos como el trance que experimentó aquel señalado devoto —el seguidor de un culto cristológico explícitamente anterior— debió tener lugar en 1467. Año de turbulencias revolucionarias en el antiguo Reino de Galicia y en A Pobra.

La identificación real del personaje que, según dice la leyenda, protagoniza la primera promesa de entregar su ataúd como exvoto en testimonio de gratitud al Nazareno —Cristo llamado el Buen Jesús a lo largo de los siglos XVI. XVII y XVIII, pues como tal Nazareno no consta en documento alguno de la parroquia hasta al año 1806— corresponde a un conocido Juan Domínguez de Liñares, del que tenemos noticias más seguras por otras fuentes originales de la Edad Media, y que en el mito local fue recordado, erróneamente, como un supuesto «Alcalde Mayor y Regidor de Mayor Justicia de la villa de la Puebla del Deán».