El municipio pierde a otro de sus protagonistas imprescindibles
28 ene 2022 . Actualizado a las 15:12 h.Entrar en la sastrería Lino cuando niño era como acceder a un mundo mágico de objetos desordenados sobre una gran mesa: tijeras de todos los tamaños, cintas métricas, tizas, bobinas de hilos, infinidad de agujas y alfileres clavados en pequeñas almohadillas, máquinas de coser, retales, bustos de cartón... y sentados alrededor, en unas bajas sillas, o de pie, marcando las telas sobre la mesa, unos magos que con aquellas herramientas confeccionaban elegantes trajes. Entre ellos se encontraba Francisco Fernández, que meticulosamente cosía con una maestría tal que era capaz de ir clavando la aguja con tanta precisión que el hilo que arrastraba no se apartaba de la línea blanca marcada previamente, al tiempo que mantenía una conversación e incluso miraba a los ojos del interlocutor.
La sastrería era algo más que un centro de trabajo en el que los hermanos Enrique y Marina y su primo Francisco confeccionaban trajes, era un lugar de encuentro en el que muchos boirenses pasaban tardes enteras hablando de lo divino y de lo humano. Puede que fuese ahí, debatiendo sobre lo bueno y lo malo de aquellos tiempos, donde despertó en Francisco la vocación por ser un actor principal de la vida pública de Boiro y en septiembre de 1989 se presentaba como candidato para ser juez de paz en un proceso en el que participaban otros siete vecinos y del que salió elegido por la corporación municipal.
Desde entonces y hasta su fallecimiento, fue renovando el cargo y manteniéndose aún a pesar de que los últimos años se encontraba mermado por los problemas de salud, que no le impedían ser el hombre justo que siempre caracterizó a Francisco, ya antes de ser juez de paz.
En su trayectoria en el cargo siempre se empeñó en buscar arreglos que evitasen a sus vecinos adentrarse en tortuosos procesos judiciales, incluso quizás aplicando la máxima de que más vale un mal acuerdo que un buen juicio.
Aquella meticulosidad con la aguja que tanto asombraba al niño que acudía a la sastrería Lino a recoger los retales que su madre luego cosía en casa para convertirlos en pantalones era, en realidad, inherente a la vida misma de Francisco, que hizo de la precisión y la pulcritud del sastre una forma de ser que le granjeó el respeto, la admiración y la amistad de los boirenses y de quienes trabajaron con él.
Con el fallecimiento de Francisco Fernández, pierde Boiro otro de sus protagonistas imprescindibles que no faltaba a ningún acto público y que se desvivía por impartir la justicia en el ámbito más cercano, a lo que dedicó más de un tercio de su vida, para suerte de los vecinos.
Sus restos mortales se velan en el tanatorio de Boiro, de donde, el sábado, a las 12.40, serán llevados al cementerio de Vista Alegre para recibir sepultura. A continuación, se oficiará el funeral.