Zan Hoffman, el americano enamorado de los hórreos que vive en un garaje de Boiro rodeado de 700 corbatas

BOIRO















El estadounidense, músico de profesión, también realiza arte con palillos de batea
10 feb 2024 . Actualizado a las 18:04 h.Galicia es un lugar mágico, y todo aquel que haya tenido la suerte de vivir en ella o de visitarla puede dar cuenta de esto, incluso si su tierra natal se encuentra a miles de kilómetros de distancia. Zan Hoffman, natural del estado norteamericano de Kentucky, se enamoró de Galicia y de su cultura hace más de una década, tanto que decidió asentarse en la comunidad. Hoffman, músico de profesión, posee una curiosa y extravagante forma de entender la vida, que desarrolla íntegramente en un garaje de Cabo de Cruz, en Boiro.
El norteamericano descubrió la existencia de Galicia en el año 1993, cuando este se encontraba dando una gira por España. Ojeando el mapa, le llamó especialmente la atención un territorio del noroeste en el que no tenía programada ninguna actuación, algo que cambiaría 15 años después: «En el 2008 encontré a un tío en Internet que hoy es uno de mis mejores amigos. Acordamos que iba a dar una gira por Galicia. Fue una locura, después de eso volví cada año. He dado más de 120 conciertos aquí. Quería estar en un paraíso de bajo coste y por eso me mudé a vivir a Galicia».
Hoffman se ha convertido en uno de los vecinos más extravagantes de Boiro, y no solo por residir en un garaje de Cabo de Cruz cuyo uso le han cedido unos vecinos. La estancia, en la que no faltan curiosidades, está perfectamente adaptada y cuenta con diversas comodidades, como dos ordenadores de última generación, instalación de gas y estudio personal.
Uno de los espacios que más llama la atención de su peculiar residencia es el recibidor, donde se encuentra una enorme expresión de arte con la que es imposible no impresionarse. Formada por cientos de palillos de batea, la obra va variando al igual que la inspiración de Hoffman, que aprovecha los residuos que encuentra en la playa para crear impresionantes espirales o estrellas.
De todo el siglo
En un garaje en el que arte de todo tipo desborda por los rincones —también hay rollos de papel pintados con excéntricas figuras—, la joya de la corona se encuentra oculta tras una pared. Allí, colgadas en perfecta armonía, Zan Hoffman guarda una colección de 700 corbatas de todo el siglo XX.
«Empecé a coleccionar cosas relacionadas con la moda estando en el instituto. Cuando vas a una tienda de segunda mano tienes que pensar que en su momento alguien se compró esa prenda porque en esos días estaba a la última. Aquí tengo corbatas de los años 40 y hasta finales de siglo, más de seis décadas de historia. Son una prenda muy versátil, cuando viajo llevo un par de mudas, pero 12 corbatas. Eso multiplica la cantidad de atuendos que puedo ponerme», explica.
Además de la moda, otra de sus grandes pasiones tiene que ver con algo puramente gallego: los hórreos. Estas construcciones tradicionales dejaron prendado a Zan Hoffman desde el primer día que las vio. «Aterrizamos en el aeropuerto de Vigo y a los pocos minutos vi una estructura que me dejó flipando. ‘Tío, ¿qué es eso?', pregunté yo. Creo que en ocasiones son invisibles, una parte del paisaje que pasa desapercibida, pero están ahí. Muchos son iguales, de hecho cuando visito algún pueblo pienso que algún hórreo ya lo había visto antes, me sorprende. Mi favorito de todos es el de Carnota», asegura Hoffman.
Tan prendado se quedó por estas «pequeñas fortalezas» que incluso les llegó a dedicar una canción en el año 2015. Can de hórreo es uno de los mayores éxitos de Zan Hoffman en los últimos tiempos. Con casi 10.000 visitas en YouTube, su estribillo «can de hórreo gardando o millo», no deja indiferente a nadie.
Ya como vecino desde hace varios años, el estadounidense destaca la amabilidad de los boirenses, entre los que se ha labrado grandes amigos en el núcleo de Cabo de Cruz. Pese a esto, no duda en señalar que al principio la gente le pintó el municipio como algo que no es.
«Los vecinos de Boiro son muy buenos. A mí me dijeron que el pueblo era peligroso. Mi respuesta era siempre la misma: ‘Tío, soy americano. No hay nada más peligroso que Estados Unidos'. No me dio miedo en ningún momento. Lo que sí puedo decir es que la gente habla muy alto. Ya sean marineros o personas que están en los bares, todos gritan mucho, pero eso no quiere decir que estén enfadados o que sean peligrosos», sentencia entre carcajadas.