Ramón Carreño, el relojero de las reliquias: «Reparei un de 300.000 euros e agora estou con outro do século XVIII»

Christopher Rodríguez
Christopher rodríguez RIBEIRA / LA VOZ

BOIRO

El relojero Ramón Carreño trabaja en la actualidad en la reparación de una pieza del año 1780.
El relojero Ramón Carreño trabaja en la actualidad en la reparación de una pieza del año 1780. MARCOS CREO

El artesano lleva medio siglo dedicándose a la restauración de relojes de todos los estilos y épocas

03 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Controlar el tiempo ha sido una de las mayores ansias del ser humano desde épocas inmemoriales. Pese a los esfuerzos, lo más próximo a esa utopía ha sido poder conocer el transcurso de los días a través de los segundos, los minutos y las horas, algo que se pudo conseguir gracias a la invención del reloj. El artesano Ramón Carreño (Noia, 1958) es uno de los mayores expertos de Galicia en estas herramientas, a las que lleva dedicado en cuerpo y alma medio siglo.

Desde que empezó en el oficio han pasado por sus manos auténticas joyas de la relojería que le han convertido en una verdadera eminencia que levanta interés en clientes de toda España. Su idilio con estas piezas comenzó de absoluta casualidad, cuando tenía 17 años, al ver cómo su cuñado reparaba relojes con una habilidad que le dejó prendado: «Gustoume o que facía e quixen aprender o oficio. Empecei pensando que estaría só un verán e ao final paseime 12 anos traballando no seu taller. Sempre recordarei o primeiro reloxo que reparei, foi un espertador de mesa».

Carreño aprendió todos los secretos del arte de la relojería de la mano de su mentor, pero no quiso quedarse ahí. Una profunda labor de documentación alrededor de la historia de marcas, piezas y técnicas le permitieron convertirse en todo un maestro con capacidad para fundar su propio negocio, la Relojería Carreño.

La empresa lleva afincada en Boiro 36 años. Primero estuvo en la calle Severo Ochoa y ahora, desde el año 2000, se encuentra en la Robustiano Pérez del Río. Aunque el paso del tiempo ha modificado el oficio, Ramón Carreño continúa con su actividad a pleno rendimiento.

Evolución del trabajo

«Por desgraza cada vez quedamos menos que fagamos reparacións deste tipo. Ata limpar un reloxo hai pouca xente que o faga. Crear artesanalmente as pezas estase perdendo. O oficio tivo altos e baixos. Os avances tecnolóxicos tamén cambiaron a reloxería. Ao principio facíase calquera tipo de arranxo, pero chegou un momento no que os talleres e fabricantes deixaron de facer repostos. Era unha mágoa que os reloxos se quedasen por aí tirados por falta de pezas», comenta.

Poner un pie en el taller de Carreño es trasladarse a una etapa pretérita en la que las prisas no estaban tan presentes en el día a día. Un agradable olor a madera mezclado con los metales que utiliza para crear de la nada trinquetes, ejes de volante o engranajes da la bienvenida antes siquiera de que haya la oportunidad de observar la infinidad de tesoros que acumula en sus estanterías. El relojero no es capaz de decir cuántas marcas trabaja en la actualidad, aunque sí que garantiza que son cientos. Festina, Lotus, Clerc, Citizen... en el taller hay tesoros de todos los colores, pero hay algunos que brillan por encima de las demás.

«Reparei un de 300.000 euros e agora estou cun reloxo de peto do ano 1780. Chegoume nunha caixiña totalmente desmontado. Ten case catrocentos anos pero dá as horas. Non hai manuais de instrucións, o que nos permite traballar é que existen escritos dende os primeiros reloxos da historia nos que falan deste traballo. Non teñen debuxos nin nada. É algo moi delicado, a clave deste oficio está na paciencia, non se pode ir con présas», explica Carreño.

El relojero reconoce que es imposible calcular la cantidad de relojes a los que ha dado una nueva vida en toda su carrera. Lo que sí cuenta es que tantos años al pie de cañón dan para infinidad de anécdotas, entre las que destaca cuando tuvo en su taller de Boiro una pieza que fue un regalo procedente de la realeza persa.

«Un cliente de Madrid envioume un reloxo que herdara de seu tío avó. Regalárallo a seu familiar Mohammad Reza Pahleví, o último Sha de Persia. Ao parecer estudaron xuntos na universidade en Estados Unidos e fixéronse moi amigos. Nunha das súas extravagantes festas doullo. Meu cliente quixo poñelo a punto para telo como recordo», narra.

Confirma que buena parte de su negocio se sustenta en el valor sentimental, por lo que su labor requiere todavía más mimo, si cabe. Como consejo para cualquiera que quiera introducirse en la reparación de relojes recomienda que el miedo a estropear una pieza no puede estar presente en la mesa de trabajo.

Eso sí, el respeto es innegociable: «Hai xente que non quere ver diante o reloxo, confórmase co smartwatch ou o teléfono. Porén, hai outra que pode chegar a pagar máis pola reparación do que lle custaría comprar un novo polo cariño que lle ten. Non se pode dubidar aínda que se teña entre mans unha peza moi cara. Se hai que dobrar algo, dóbrase».

Ramón Carreño mantiene viva la llama de un arte prácticamente desaparecida en su taller de Boiro. Las enseñanzas ahora se las transmite a su hijo, Alfonso, para que el negocio perdure todavía más en el tiempo.