
Desde La Rochelle a Padrón hay, más o menos, 700 millas. Unas millas y unos pimientos arriba o abajo. Es la distancia que navegaron los cuarenta y pico barcos, con más de un centenar de tripulantes a bordo de los mismos, que participaron en el Sail the Way. Se trata de una de las formas más originales de ganar la Compostela, en barco hasta la ría de Arousa y después caminar 25 kilómetros hasta Santiago. «Hay la opción de recorrer solo 19 desde Escravitude u ocho desde Milladoiro, para los que estén menos en forma», me comentan los organizadores de esta peregrinación que cuenta con la ayuda de Repsol y Quironsalud, y que llegó a su cuarta edición. Salieron de Francia el 5 de julio y hoy deberían entrar en la catedral. Fueron recibidos a lo grande en todos los puertos por los que pasaron: Fuenterrabía, Bermeo, Bilbao, Laredo, Santander, Lastres, Gijón, Cudillero, Burela, Viveiro, Ferrol, A Coruña, Muxía, Muros y Vilanova de Arousa. En estas ciudades y puertos confían en que la peregrinación a Santiago por mar se consolide y haya navegantes todo el año que dejen sus buenos euros por la costa. En cada etapa surcaron 20, 30 o 40 millas y dejaron horas libres para visitar puntos de interés en tierra, incluidos días enteros de descanso en Laredo, Lastres, donde se rodó la serie Doctor Mateo, Burela o A Coruña. Una forma llevadera de recorrer 700 millas y 25 kilómetros. No es la única propuesta sobre el océano vinculada al Apóstol. Desde hace diez años mi querido Javier Grande, presidente de la Asociación de Amigos da la Ruta Marítima del Apóstol Santiago, promueve la denominada travesía jacobea O Cabaleiro das Cunchas. La presentaron esta semana en el Liceo Marítimo de Bouzas y se celebrará desde el sábado 3 de agosto. Bajarán hasta Viana do Castelo y después regresarán a aguas gallegas tocando puertos como Cabo de Cruz, Portosín o A Pobra, entre otros.
Bogavante con huevos fritos y patatas
Muy cerca de donde terminaron ayer los navegantes de Sail the Way y por donde pasarán os cabaleiros das cunchas disfruté el fin de semana de unas horas de placer veraniego. Coincidió que los de A Illa celebraban el Carmen con una procesión marinera de lo más concurrida y variada, desde barcos de pesca a lanchas, pasando por motos de agua y hasta la embarcación de la Guardia Civil. Por un momento la paradisíaca zona se convirtió en una discoteca flotante. Por primera vez comí en el restaurante Punta Cabalo, uno de los mejores enclaves no solo de la costa gallega sino del norte de España. Los de las mesas de al lado pidieron con entusiasmo bogavante frito con huevos y patatas, que en la carta creo recordar que estaba a 58 euros el kilo. No dudo que estará buenísimo, pero desde un lugar donde se ve Ribeira, A Pobra, entre otras localidades costeras, y sobre una de las rías más ricas en pescado y marisco me quedé pensando en si es un plato representativo de la zona. Hice la reflexión mientras navegaba de vuelta tras haber tomado unos mejillones y un pulpo deliciosos.