Una casa centenaria para emprendedores al pie de la ría: «As mellores ideas xorden de conversas informais»

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

MUROS

El edificio cuenta con múltiples ventanas desde las que se puede ver el amanecer.
El edificio cuenta con múltiples ventanas desde las que se puede ver el amanecer. Alba Figueroa

La construcción está dividida en tres partes y se encuentra en la costa de Muros

28 jun 2024 . Actualizado a las 21:25 h.

Las ciudades no están pensadas para ser sitios de gente feliz, por lo menos no al 100 %. La falta de espacios verdes, áreas ajardinadas privadas y la sobresaturación de vehículos sacan a los seres humanos de sí mismos, los despojan de todo aquello que los define como animales sociales. Algo parecido pasa con las rutinas absorbentes, con todas esas pequeñas tareas diarias que acaban por ocupar buena parte de la jornada.

Para que la creatividad se meta por alguna de las rendijas que dejan libres las responsabilidades, es importante tener un espacio donde estar tranquilo, donde desconectar de lo externo para conectar con lo propio. Esa es la idea detrás de Casa Maruja, una vivienda situada en Muros regentada por la empresaria Alba Fernández.

Ella misma escapó hace un par de años de las grandes ciudades para volver a sentirse bien, para dejar florecer las ideas que se estaban pudriendo en algún cajón de su mente. El concepto detrás de la rehabilitación del edificio es ofrecer un servicio 360 grados a los emprendedores que pasan por este municipio costero con la intención de que dejen volar su imaginación para hacer crecer sus negocios.

La construcción (una maravilla hecha en piedra con más de cien años de antigüedad), está dividida en tres partes. El bajo es un espacio colaborativo bautizado por su promotora como A Maceta, en el que día sí y día también se llevan a cabo actividades culturales y formativas.

Iniciativas exitosas

Allí, vecinos y creadores de la zona se reúnen con el objetivo de aportar ideas nuevas no solo para sus propias empresas, sino también para el conjunto de los habitantes: «Aquí naceron campañas como Muros Consume Consciente, en contra do Black Friday». Una gran mesa de madera preside la sala mientras que en las paredes parecen aún resonar ruidos del pasado como el de las personas que manejaban los centenarios píos de sal que se encuentran al lado de la puerta.

El lugar, cuenta Fernández, está específicamente diseñado para crear un puente entre los diferentes interlocutores y ha servido muchas veces para dialogar con personas de distintos países: «Desta vez vén unha parella de Romanía, por exemplo».

El segundo gran atractivo de la vivienda se encuentra en la primera planta, que está equipada para ser un apartamento independiente. Aquí es donde descanso y creatividad tienen la oportunidad de colarse finalmente por las rendijas de la rutina. Tardes de risas y lluvias de ideas, cenas entretenidas y películas son algunos de los planes que la dueña de la casa, Alba Fernández, propone a sus huéspedes: «As mellores ideas xorden de conversas informais».

Aunque podrían parecer, en principio, iniciativas muy simples, lo cierto es que ya han dado resultados en el pasado. La muradana recuerda especialmente el caso de un joven que había levantado una empresa de vinos del Ribeiro. Charlando durante un rato se dieron cuenta de que lo mejor para promocionarlos era organizar un pequeña degustación con picoteo para que los vecinos probasen la bebida.

También encontraron la manera de que tuviese una vertiente social ofreciendo a los interesados participar en un paseo por la naturaleza con doble objetivo: hacer deporte al aire libre y realizar tareas de limpieza en espacios contaminados por plásticos. A Fernández también le viene a la cabeza el libro Mar de Muros, o más bien su autor, Arturo Losada Malvárez, que empezó a dar forma a su obra después de hospedarse en la vivienda. Se dice que el amor está en el aire, pero quién sabe si la creatividad también.