Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

La villa de Noia vivió una de sus épocas de mayor prosperidad en el siglo XVI

DANIEL BRAVO CORES

NOIA

Foto antigua de Noia, con el convento de San Francisco ya trasladado al emplazamiento actual.
Foto antigua de Noia, con el convento de San Francisco ya trasladado al emplazamiento actual. CEDIDA

Destacaba en los ámbitos económico, demográfico, social y cultural

08 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Manolo Miguéns, Manolito de don Gerardo, fue uno de esos personajes que dejan huella como amigo y como persona. Bien lo sabían sus amigos Alfonso, Pepé, Vitolo y un largo etcétera, que componían la pandilla noiesa del Alborés donde compartían amistad a diario. Y sus familiares, con algunos de los cuales mantengo una amistad entrañable, como Lina o Antonio. Y un servidor, que tuvo la suerte de gozar también esa amistad unos cuantos años, que se me antojan bien cortos. Me supieron a poco. De alguna forma, todos quedamos huérfanos cuando se fue inesperadamente hace ya unos años —parece que fue ayer—, sin tiempo para despedidas.

Aficionado a temas de historia, leía siempre con interés mis artículos en La Voz sobre los ayeres de la comarca para luego comentarlos en charlas siempre agradables y amenas. Quiero dedicar a su memoria este artículo sobre aspectos poco conocidos de la historia de Noia. Estoy seguro de que, allá donde esté, lo leerá con el interés de siempre.

Se ha dicho que el siglo XVI es el gran desconocido de la Galicia Moderna, y otro tanto se puede decir para la Noia de aquella época. Y sin embargo, el viejo burgo del Tambre vivió entonces una de sus épocas más apasionantes y, sin duda, la de mayor prosperidad en los ámbitos económico, demográfico, social y cultural (allí patrocinó don Rodrigo de Mendoza Caamaño Soutomayor escuelas de Gramática y Retórica en 1522, enseñaba Gramática el bachiller Martín Ximénez en 1544, Humanidades el bachiller Cristóbal López de Lira en 1568, etcétera), una prosperidad que se prolongó hasta finales de siglo.

En cuanto a demografía, ni antes ni después alcanzaría la parroquia de San Martín el nivel poblacional de aquella época. En el decenio 1544-1554 la villa registró una media anual de 106 nacidos, que se corresponderían con una población de unas 2.900 almas; y casi cien años después, en 1632-1643, los nacidos bajaron a 75 por año. Prosperidad demográfica incuestionable en el XVI y claro declive posterior. Con razón decía de Noia el cardenal Del Hoyo en 1608: «Solía tener esta villa ochoçientos vecinos, y ahora tiene poco más de quatroçientos ...entonces estaba mui rica y con mucho lustre... y (hoy) está pobre y nescesitada».

Traslado de los franciscanos

Otros hitos en ese esplendor que duró hasta la década de 1580 serían el traslado de los franciscanos de Argalo a la villa, donde construyeron el magnífico convento, hoy casa consistorial e iglesia conventual aledaña; la actividad comercial, avalada por los numerosos fletamentos registrados en el Archivo Notarial; las ampliaciones de la parroquial de San Martín, como la capilla de la Anunciación; las sucesivas obras de consolidación del ya entonces centenario puente de Don Alonso, que vertebró la comarca en torno al burgo noiés y encauzó el tráfico de Muros y orilla norte de la ría hacia Santiago.

También lo fueron la extraordinaria actividad de las compañías de secada dedicadas a la sardina de las que fueron notables promotores el mercader Luís Martínez y el bachiller Juan González, párroco de San Martín; los servicios de sanidad a cargo de físicos como el licenciado Jerónimo Gutiérrez, en 1550 —de notable celebridad— o el también licenciado Mercado que ejercía en 1583.

Sin olvidar las pequeñas colonias de comerciantes extranjeros portugueses y flamencos, algunas de cuyas familias bautizaron a sus hijos aquí o, en fin, la celebración de la feria de ganado concedida por Felipe II que se desarrollaba en el entorno de la ermita de San Marcos, y andando el tiempo en el campo de San Francisco.

Noia era, en definitiva, en los años centrales del seiscientos, un hervidero de actividad en todos los sentidos, y no son de extrañar los elogios del Padre Molina en 1550, «de las más antiguas del Reyno…, tan rica en madera, navíos y sardina…, que habiendo ésta (la de Noia), no se despacha otra».

En este contexto de prosperidad tuvo lugar el relato Noia y las 11.000 vírgenes, una interesante leyenda que, por razones de espacio e interés, podrán leer en estas páginas el próximo fin de semana.