Corrientes secretas

Gonzalo Trasbach
Gonzalo Trasbach (IN)SOMNIUM

RIBEIRA

13 feb 2018 . Actualizado a las 05:05 h.

Quédate a mi lado cariño. Aquí entre estos pinos que se estremecen bajo la claridad del mediodía. Esto era lo que te había contado tu primo cuando eras pequeño que le había cantado su novia cuando había regresado de trabajar del extranjero. Recuerdas aquel episodio cuando descansas sentado en el muro de piedra que rodea la humilde capilla de la aldea. Y a la vez intentas adivinar el discurrir de las secretas corrientes que fluyen bajo tus pies hasta confluir en la fuente que mana bajo el humilde santuario.

Cae la tarde de este frío febrero. Y también sientes que te estremeces contemplando los prados vacíos cubiertos de florecillas amarillas, donde un gato vigila y un cuervo levanta su negro vuelo.

Son un anuncio de la invisible corriente de una primavera que se acerca con pasos temblorosos siguiendo las imperceptibles vueltas de la tierra, el misterioso transcurrir de las horas, de los días, de las estaciones. Imágenes de toda una vida desfilan delante de tu mirada. Ves que un tren avanza cortando como una daga la inmensa planicie castellana. Era un julio muy caluroso. Viajabas sentado al lado de la ventanilla. Una cortina de lágrimas empañaba tu visión. Todo te resultaba difuso a lo lejos.

Tu primo regresó con su sueño cumplido. Pero tú vuelves como un emigrante con la maleta vacía y el alma entumecida, desolada y seca como la llanura sin pájaros que atraviesa la máquina de hierro. Piensas en tu amor. Nada traes para ofrecerle, salvo tu llanto clandestino, tu vergüenza y tu estrepitoso fracaso. Empezabas a adivinar que te había escogido entre otros candidatos más jóvenes y prometedores. Nada le habías dicho. Pero tenías proyectado, si superabas la prueba, proponerle que se fuera a vivir contigo. Vuelves sin nada. Excepto tu fragilidad y tu derrota. Nadie quiere estas cosas.

De este tren en el que viajas nadie se baja. Te duermes. Oyes voces. El ardiente viento del verano castellano te trae la severa voz de tu padre: «Espabila, chaval. Así nunca chegarás a nada. Só serás un máis na lista dos fracasados».

También la brisa nocturna dio paso a la animosa voz de tu madre: «Meu neno, se queres podes chegar a ser calquera cousa. Mais se non te esforzas.... Esa vida que levas non é vida nin é nada. Loita, se non queres acabar sendo un fraude, un morto demasiado mozo».

Temeroso te acercaste a tu amor. Te recibió con un reconfortante abrazo y un delicado beso. Te consoló y te animó. Inesperadamente te cantó al oído: «Quédate a mi lado, cariño. Quédate aquí entre los pinos que se estremecen al celarse de nuestro amor. No te quejes. Saldremos adelante. Sobre nuestra fragilidad levantaremos nuestro hogar, porque nosotros no somos ni mentirosos ni tampoco un fraude».