La jornada del martes estuvo marcada por los concursos de murgas en Ribeira y O Son y por la degustación
de filloas en Boiro
14 feb 2018 . Actualizado a las 05:15 h.
Después de las primeras jornadas de carnaval, en las cuales los vecinos de la comarca demostraron que Barbanza se toma muy en serio la fiesta del antifaz y el confeti, ayer llegó la verdadera prueba de fuego para los auténticos amantes de esta celebración. Y es que le tocó el turno al gran desfile ribeirense y a los concursos de murgas de Porto do Son y también de Santa Uxía, donde las comparsas compitieron por mostrar su esfuerzo en confeccionar elaborados disfraces o cantar la rima con más ingenio y picardía.
La primera cita carnavalera tenía lugar al mediodía en Boiro, concretamente en la sala de exposiciones y eventos situada en el mercado municipal. En su interior, los asistentes pudieron degustar alguno de las exquisitos platos que los alumnos del taller de empleo de hostelería habían cocinado de forma expresamente artesanal. Las orejas y las filloas compusieron el apropiado menú de postres típicos de esta fecha que no dejaron indiferentes a ningún presente.
Ya por la tarde, todos los ojos estaban puestos en las calles de la capital barbanzana. Aún bajo la amenaza de la lluvia, centenares de ribeirenses gozaron del clásico desfile anual que partió del auditorio municipal para recorrer la gran avenida del malecón y dar la vuelta en el parque García Bayón. Junto a ellos caminaban las múltiples charangas que se encargaron de poner la banda sonora original de la marcha con los ritmos más desenfrenados.
Escenarios y comparsas
El polideportivo sonense Santa Irene fue de nuevo el escenario de otro gran certamen, esta vez le tocó el turno al concurso de murgas de los mayores. El primer premio de la categoría grupal recayó en el colectivo Fodechinchos do Son, mientras que el galardón individual se la llevó, por abordaje, un feroz pirata. La comparsa que triunfó entre los sonenses fue la de Hai que vivilo, tempos de guerra. Un grupo conformado por pequeños oficiales del ejército y pequeñas enfermeras que ejecutaron una prepara coreografía, que les valió el gran premio de 800 euros.
Cuando los últimos fiesteros de Ribeira llegaron a la carpa habilitada en el malecón, tras el desfile, dio comienzo el concurso de murgas que congregó a cerca de 600 vecinos entre el público. La cita arrancó al son del Despacito, con las ovejas y pastorcillos de la murga de la residencia de mayores, para que continuasen las pequeñas animadoras y jugadoras de fútbol americano de la asociación Alfaia.
Entre las comparsas que competían sobresalió la ganadora del año pasado, los sonenses de Os de Sempre, con su versión de Non che quero Pepe, que se llevaron una dotación de mil euros entre críticas a la política nacional y al procés catalán. El segundo premio, de 600 euros, lo recibieron por segundo año consecutivo los integrantes de la asociación A Redonda Vella, de Castiñeiras y cuyas letras dieron un tirón de orejas al Concello por los olores de la EDAR, eligiendo como temática el programa de Los payasos de la tele.