Solo mueve los hombros y la cabeza por una lesión medular que lo dejó en silla de ruedas, con la que se queda atrapado en su portal porque no tiene rampa
26 feb 2024 . Actualizado a las 17:49 h.La historia de El Kabir Ould El Hassan empieza como la de muchos africanos que deciden abandonar su país —Mauritania— en busca de un futuro mejor. Afortunadamente él no tuvo que subirse a un cayuco para cruzar el océano, sino que pudo viajar en avión hasta Galicia, donde decidió afincarse. Fue en el año 2005 y después de estar empleado en varios sectores encontró un trabajo fijo como marinero en Ribeira. Así que apostó por sentar raíces en Barbanza, y se trajo a su esposa para formar una familia, que poco a poco fue creciendo con la llegada de sus tres hijas de 14, 9 y 3 años.
Con sus más y sus menos, todo marchaba relativamente bien, hasta que en septiembre del 2022 él decidió aprovechar las vacaciones para regresar a Mauritania y reencontrarse con los familiares que había dejado allí. Fue ahí cuando todo se truncó. «Iba en coche por el Sáhara, a unos 300 kilómetros de la frontera, y había muchos camiones que venían muy rápido y juntos. No sé muy bien que pasó, si fue el cansancio, el agobio de tanto tráfico o una mala maniobra, pero tuve un accidente», recuerda este vecino de Ribeira, que sufrió una grave lesión medular que lo dejó en silla de ruedas, reduciendo su movilidad únicamente a los hombros y la cabeza.
Aunque fue en el hospital del Sáhara donde le prestaron los primeros cuidados, luego lo trasladaron en helicóptero hasta otro centro médico de Canarias, donde estuvo dos meses ingresado; para luego derivarlo a la unidad de lesionados medulares del Chuac de A Coruña. Allí permaneció hasta octubre del 2023, cuando lo mandaron por fin de vuelta a Ribeira. Fue entonces cuando comenzó una nueva odisea para encontrar una vivienda adecuada que se adaptase a sus nuevas necesidades. «En muchas agencias cuando íbamos a preguntar nos decían que ese piso que anunciaban ya no estaba o que no nos lo querían alquilar», explica El Kabir, dejando entrever que se sintieron un poco discriminados.
Con ascensor
Por fin consiguieron uno con dos habitaciones, de las que una la han acondicionado solo para él, la otra la ocupan sus tres hijas y su mujer tiene que dormir en el sofá. Cuenta con ascensor para poder subir a su piso, pero también tiene una barrera que ha convertido su edificio en una prisión: el portal tiene un escalón. El Kabir y su familia se las han ideado para poder poner una rampa provisional para que su silla de ruedas pueda bajar a la acera, pero eso implica que siempre debe ir acompañado por una persona como mínimo, por lo que apenas sale de casa o solo si hace muy buen día.
Al problema de salvar este primer obstáculo se suman otros, puesto que una vez llegado a la acera, hay varios desniveles —subidas y bajadas de accesos a garajes—, y baldosas rotas, «lo que hace que tenga que salir siempre a la carretera, porque él mueve la silla con la barbilla y acaba muy cansado y con el cuello destrozado», explica su hija mayor, que también reconoce que es muy peligroso que tenga que circular al lado de donde van los coches. Además, en la zona no hay ninguna plaza de estacionamiento reservada para personas con discapacidad o para que la ambulancia que lo recoge pueda aparcar.
Para intentar poner solución a todos estos problemas, lo primero que hicieron desde la familia de El Kabir fue solicitar a la comunidad de vecinos del inmueble si autorizaban la construcción de una rampa en el portal para facilitar la entrada y salida al edificio, propuesta que salió aceptada. Con esta autorización, en diciembre del año pasado, fueron al Concello, donde presentaron un escrito donde, además de la rampa, también pidieron que se reparasen las aceras y se habilitase una plaza de estacionamiento para personas con minusvalía, puesto que entendían que todas estas obras eran su competencia. Sin embargo, desde el Ayuntamiento aclararon que, según la normativa, deben ser los propietarios del inmueble los que construyan la rampa de acceso, y previamente deben pedir permiso a la Administración local.
El Kabir lamenta que todo sean obstáculos para salir adelante, sobre todo porque él sabe que con el tiempo puede recobrar algo más de movilidad. De hecho, quiere comenzar la rehabilitación cuanto antes, a pesar de que sus médicos aún no se la recomiendan. «Lo que más echo de menos de todo es poder abrazar a mis hijas y cogerlas en brazos», confiesa el ribeirense, que nunca se ha dado por vencido.