
Se compró a un prestigioso relojero que era proveedor de la Casa Real
08 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Vamos a abordar en este artículo con dos entregas que la historia de un extraordinario reloj al que no se le dio en Ribeira el mérito que tenía, ya en su época y menos aún en los tiempos posteriores: el de la antigua casa consistorial levantada entre 1905 y 1908 y derribada a finales de 1971, de lo cual el que suscribe fue testigo presencial.
El viejo edificio municipal había sido construido siendo alcalde Pepe Martínez Fernández, aunque su realización se había acordado en enero de 1903 por la corporación local presidida por el regidor Domingo Vilas, conocido como el Comandante, que era, a su vez, cuñado del anterior.
Sería también la corporación de Pepe Martínez la que decidiría la adquisición de un reloj para la única torre que el edificio consistorial tendría durante más de treinta años. El acuerdo se tomó en sesión plenaria celebrada el 1 de julio de 1907 cuando el edificio estaba próximo a rematar y, a mediados de agosto, se comunicaba al gobernador civil «la adquisición de un reloj de torre para colocar en la Casa Consistorial de esta Ciudad».
Pero el gobierno ribeirense no eligió un reloj ni un relojero cualquiera. La corporación optó por un relojero leonés asentado en Madrid, Antonio Canseco y Escudero, que era proveedor de la Casa Real y uno de los profesionales de la materia con más prestigioso de Europa.
Taller propio
El relojero Antonio Canseco había nacido en Rabanal del Camino, en León, en 1838, y con solo 25 años y formación autodidacta, ya tenía taller propio en Madrid —algo insólito, por su juventud— y estaba en posesión de una patente nacional para relojes de pared, torres y campanas que funcionaban sin pesas, según un procedimiento denominado Sistema Canseco, que le otorgaba la exclusividad para toda España.
¿Cuáles eran las ventajas del Sistema Canseco? Sustituía las pesas propias de los relojes de torre por un sistema de motor de resorte con cuerda, lo que permitía disponer de un método de regulación y puesta en hora mucho más sencillo y afinado, y un funcionamiento más exacto y regular que el de los tradicionales relojes Roskopf, los más reputados.
Muy pronto su patente o «privilegio de invención», como se decía entonces, se extendió a Francia y Suiza, lo que redundó en favor de un prestigio creciente para el relojero y, como dice Eduardo Valero, «situó a Madrid en el epicentro de la industria de relojes de torre bajo la denominación del sistema patentado por el leonés».
La esfera estaba encastrada en la torre que servía de eje central y la maquinaria carecía de péndulos
El reloj instalado en la casa consistorial de Ribeira se componía de una esfera exterior blanca, con las agujas y las horas, encastrada en la torre que servía de eje central de la fachada del edificio donde el vecindario podía ver la hora, la maquinaria interior, de resorte y sin péndulos, alojada dentro de la torre, y otro reloj de esfera más pequeño que se encontraba en el interior, sincronizado con el exterior, con el que se ajustaba la hora.
Formaban parte también del reloj los dos pináculos metálicos de fundición que sostenían la campana de bronce que señalaba las horas y medias horas y que remataba el edificio.
Como los demás relojes de torre de la fábrica Canseco, la maquinaria de engranajes del que se instaló en la casa consistorial de Ribeira llevaba atornillada en su parte más alta una chapa ovalada esmaltada en color blanco con el nombre Antonio Canseco circundando la parte superior del óvalo.
Inscripciones
Justo debajo del nombre y en horizontal se podía leer la leyenda Proveedor de la Casa Real, y la dirección de la fábrica en Madrid: «Paseo de las Delicias, nº 52» cercando la parte inferior. Y remachadas en la propia maquinaria, contaba con dos chapillas de bronce con la inscripción «Patent Canseco» y «Ayuntamiento de Riveira 1907».
El reloj era sin duda un ejemplar espléndido del taller madrileño que presidía la plaza del ayuntamiento y realzaba la casa consistorial de Ribeira, pero que, como otros símbolos, sucumbió a la piqueta.