Científicos de Europa estudian el mecanismo natural que usaban las antiguas poblaciones gallegas para evitar la congelación de los campos. El método aprovecha el agua de los ríos y los manantiales para bajar la temperatura de congelación.
03 abr 2019 . Actualizado a las 15:21 h.Desde que el potente anticiclón dirige la orquesta atmosférica, las temperaturas mínimas alcanzan registros muy bajos. Los valores negativos producen intensas heladas. «Estas xeadas nesta época do ano son beneficiosas para as plantas, porque aumentan os azucres como método anticonxelante. Os grelos de Monfero, por exemplo, adquiren un sabor máis doce e unha textura máis tenra», reconoce Juan Castro, investigador del Centro de Investigacións Agrarias de Mabegondo. Sin embargo, la inminente llegada del aire frío y seco de origen polar aumenta la probabilidad de que aparezca un fenómeno que causa estragos en la vegetación: la helada negra. Surge cuando el mercurio marca cifras bajo cero pero no se forma escarcha. «Hai máis risco de que se produza nos pastos da montaña», apunta Castro. Afortunadamente muchas de las zonas elevadas de Galicia, especialmente en las montañas de las provincias de Lugo y Ourense, disponen de un sistema ancestral para combatir los efectos de las temperaturas extremas: los lameiros o prados de riego, que permiten que el agua actúe como un anticongelante. «É un tema precioso e esquecido en Galicia pero moi valorado no resto de Europa. Están considerados como patrimonio cultural da Unesco en lugares como o norte de Portugal, porque son unha demostración da relación centenaria do home coa natureza», apunta. Los historiadores discrepan a la hora de situar en el tiempo la introducción del sistema en la comunidad, pero estiman que desde la Alta Edad Media existe este mecanismo que aprovecha el agua de los ríos y los manantiales para proteger al campo. Algunos investigadores se remontan incluso al Neolítico o a la cultura grecorromana. «Na montaña de Lugo usábase moito a auga dos mananciais porque a súa temperatura é máis elevada ca do aire, e ademais os minerais exercían de anticonxelante. Da mesma forma que as substancias químicas que leva a auga dos coches diminúen a temperatura de conxelación ata dez graos baixo cero, a auga dos mananciais que descendían dende as zonas altas evitaba que os prados se conxelasen. Isto era habitual nos Ancares ou no Courel», explica. Se trata de una auténtica obra de ingeniería formada por pequeños regatos o canales que pueden llegar a tener una extensión de hasta tres kilómetros, y que conducen el agua hasta la vegetación que se quiere proteger. Un tesoro natural que diseñaron los gallegos de antaño para aprovechar un recurso que abunda, la lluvia. «Eran xente moi intelixente. De feito, trátase dun sistema que a ciencia europea aínda estuda hoxe, sobre todo no contexto do cambio climático, porque é un método sostible, xa que non utiliza abonos, senón as propiedades minerais destas augas. Por outra banda, os lameiros fan unha labor perfecta de filtrado e impiden que haxa inundacións», confiesa Castro. Los lameiros, como las turberas, son una demostración de que la riqueza natural de Galicia no tiene límites y de que el aliado perfecto para combatir el calentamiento global generado por la actividad humana se encuentra en la naturaleza.