En la cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992 una niña canadiense de 12 años habló en nombre de las nuevas generaciones
17 abr 2019 . Actualizado a las 18:15 h.En 2018 la rotura del vórtice polar invirtió las condiciones en el hemisferio boreal. El frío se concentraba en el sur de Europa y el calor en los países nórdicos. En Suecia, las históricas temperaturas que se registraron a finales de julio, de 34 grados, provocaron una ola de incendios que obligaron al gobierno a solicitar ayuda internacional.
Las imágenes del país ardiendo horrorizaron a una adolescente de 16 años diagnosticada con autismo y TDAH, Greta Thunberg. El 20 de agosto, a unas semanas de las elecciones generales, se plantó delante del Parlamento para exigir medidas frente al cambio climático. Para asegurarse de que los políticos la escucharan, cada viernes, en lugar de ir a la escuela, volvería a manifestarse.
En diciembre fue invitada a participar en la cumbre del clima de la ONU, en Katowice (Polonia). «Hablo en nombre de la justicia climática. Cuando tenga hijos quizá me pregunten por qué no hicimos nada mientras había tiempo» dijo en discurso. En aquel estrado y frente a la comunidad internacional Greta se hizo mundialmente famosa y, con ella, su causa. El pasado viernes 15 de marzo la juventud por el clima tomó las calles de 1.200 ciudades de 92 países, reuniendo a millones de personas. Thunberg ya ha sido propuesta para el Nobel de la Paz.
El tiempo dirá que recorrido e impacto tendrá el movimiento Fridays for Future (Viernes por el futuro). En este sentido no es la primera vez que una joven se planta delante de los mandatarios del mundo para pedirles acción en nombre de las nuevas generaciones. En la cumbre de Río de Janeiro de 1992, una niña canadiense de 12 años llamada Severn Suzuki tuvo la oportunidad de dirigirse a los dirigentes. «Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones venideras. Durante mi vida, he soñado con ver las grandes manadas de animales salvajes y las junglas y bosques tropicales repletos de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si todavía existirán para que mis hijos los vean también».
Como Greta, Suzuki también había movilizado a muchos jóvenes a través del movimiento que ella misma creó, llamado ECO (Environmental Childrens Organization) y fue reconocida con el premio Global 500 otorgado por el programa ambiental de las Naciones Unidas. Hoy, a sus 39 años, es una reconocida ecóloga de la Universidad de Harvard y escribe sobre medio ambiente para niños.
Los movilizaciones lideradas por estas dos activistas sirvieron para inspirar a miles de personas. De ahí su utilidad. Otra cosa es que los gobiernos se sientan aludidos. Desde 1992, el clima ha seguido calentándose y el planeta degradándose. La grande diferencia entre la época de Suzuki y Greta es que hoy el mensaje alcanza todos los rincones del mundo gracias a la tecnología. «Ahora tenemos la capacidad de conectar y aprender con otros de forma instantánea. Cuando ocurre algo en alguna zona del planeta la noticia llega rápidamente al resto del globo. Por tanto, la posibilidad de dar una repuesta mundial parece posible. La comunicación y el conocimiento son la clave. A mí lo que me anima es la capacidad para ver un problema, comunicarlo y resolverlo», dijo a La Voz, la oceanógrafa Sylvia Earle, Premio Princesa de la Concordia en 2018.