La ONU recuerda que ocho millones de toneladas terminan en nuestros mares cada 12 meses
28 ago 2019 . Actualizado a las 13:32 h.Aunque la comunidad científica llevaba años alertando del peligro de los denominados microplásticos en el medio ambiente, la concienciación social no ha llegado hasta hace poco. Se trata de un problema con mayúsculas que comienza a formar parte de la agenda internacional y de los graves problemas del planeta. El foco está puesto, también en España, y seguramente estará encendido por mucho tiempo. Tanto es así que microplástico fue elegida palabra del año 2018 por parte de la Fundéu BBVA.
Según la ONU, la contaminación plástica está presente en todas partes y ascendiendo hasta llegar a nuestras mesas. Sus augurios son alarmantes: en 2050 habrá más plásticos que peces en los océanos, a menos que dejemos de utilizar artículos de un solo uso elaborados con este material, como las bolsas y las botellas.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente advierte sobre las consecuencias de contaminar nuestros mares con plásticos y afirma que más de ocho millones de toneladas de plástico terminan en los oceános cada año.
Los desechos de plástico matan un millón de aves y unos 100.000 mamíferos marinos al año y se estima que el 80 %o de esta situación se debe a actividades terrestres.
Los microplásticos son pequeñas partículas de plástico que no superan los 5 milímetros de tamaño y cuyo límite inferior no está definido, pudiendo llegar a ser dañinos y peligrosos no solo para el medio ambiente, sino para nosotros mismos, el último eslabón de la cadena.
Estos microplásticos se producen cuando un plástico que se encuentra en el ambiente, al volverse frágil y quebradizo, se va fragmentando. Pese a que los microplásticos fueron descritos a principios de los años 70, no ha sido hasta hace unas décadas que alcanzaron mayor relevancia gracias a investigaciones sobre su presencia en el medio y organismos marinos.
La proliferación de los microplásticos es global. Se ha documentado su presencia en todos los hábitats de los océanos, mares y playas. Es problable que las concentraciones más elevadas se encuentren en el Pacífico y en el Mediterráneo. En los océanos, el pequeño tamaño y la baja densidad de los microplásticos contribuyen a su distribución a lo largo de grandes distancias por las corriente oceánicas, pudiendo terminar en las orillas de cualquier costa o en las regiones centrales de los oceános.
Por tierra y aire
En la mayoría de las ocasiones los microplásticos solo se asocian al mar, pero este fenómeno afecta también a la vida terrestre y al aire.
Los expertos advierten que, aunque todavía se han realizado pocos estudios en este ámbito, los resultados hasta la fecha son más que preocupantes, los fragmentos de plástico están presentes prácticamente en todo el mundo y pueden desencadenar efectos adversos.
Desde las Naciones Unidas se apunta que un tercio de todos los residuos plásticos terminan en el suelo o agua dulce. También las aguas residuales constituyen un factor importante en la distribución de microplásticos. De hecho, entre el 80 y 90 por ciento contenidas en las aguas residuales, como son las prendas de vestir, persisten. Este material a menudo se aplica como fertilizantes, lo que puede traducirse en que varios miles de toneladas de microplásticos terminan en nuestros cultivos cada año. Estas partículas, incluso, podrían encontrarse en el agua del grifo.
Además, las superficies de los pequeños fragmentos de plástico pueden ser portadoras de organismos causantes de enfermedades y actuar como vectores de estas. También pueden interactuar con las criaturas que viven en el suelo, afectando su salud y las funciones de la tierra.
Las lombrices de tierra, por ejemplo, crean sus madrigueras de forma diferente cuando los microplásticos están presentes en el suelo, lo que afecta a la aptitud física de la lombriz y el estado del suelo.
El plástico clorado puede liberar sustancias químicas nocivas en el suelo que luego pueden filtrase a las aguas subterráneas u otras fuentes de agua y, por consiguiente, también a los ecosistemas.
En general, cuando las partículas de plástico se descomponen obtienen nuevas propiedades físicas y químicas, lo que aumenta el riesgo de que tengan un efecto tóxico en los organismos. Y cuanto mayor sea el número de especies y funciones ecológicas potencialmente afectadas, mayor será la probabilidad de que se produzcan reacciones tóxicas.
El proyecto Ephemare, coordinado y liderado desde la Universidad de Vigo, ha durado tres años y en la actualidad se encuentra a la espera de que la Comunidad Europea aporte la financiación correspondiente para seguir adelante. Con más de tres millones de euros invertidos, el trabajo trata de estudiar cómo afectan los microplásticos en los ecosistemas marinos. Durante todo el tiempo que ha estado en vigor, se evaluó la toxicidad de estos materiales sobre un amplio rango de sistemas biológicos, desde zooplancton hasta mejillones, almejas y lubinas. Los plásticos son elementos ubicuos en el ambiente y su producción global continúa aumentando.
No es un material biodegradable, pero sufre envejecimiento en el medio natural, que los fragmenta y fragiliza, lo cual, en combinación con la hidrodinámica, va produciendo partículas cada vez más y más pequeñas.
Los microplásticos pueden ser tóxicos en sí mismos debido a los aditivos utilizados en su fabricación como colorantes, plastificadores o materiales para evitar que ardan.
Los desechos de plástico tienen terribles consecuencias, como por ejemplo la muerte de unos cien mil mamíferos marinos en todo el planeta cada año.