Cientos de jóvenes se dan cita cada sábado en los pubs de la calle de la Estrella para disfrutar de la «movida» de la capital de Bergantiños Cientos son los carballeses que a imagen y semejanza de Tony Manero en «Fiebre del sábado noche» esperan este día para acudir a divertirse a los pubs de la localidad, principalmente en la calle de la Estrella. Allí, dan cumplida cuenta de un rito implantado en la juventud: copas en compañía de los amigos. La variedad de los locales no es amplia: pubs en los que suena la música de moda, un karaoke y un café lleno de billares y dos futbolines. No hay mucho más entre lo que elegir. La juerga previa se vive en la avenida de Fisterra, donde los jóvenes se alínean en las pizzerías y los adultos en las barras de los bares bebiendo Ribeiro.
30 oct 2000 . Actualizado a las 06:00 h.El inicio de una noche de sábado en Carballo tiene un aire parecido a la decisiva batalla de Brunete. En la avenida de Fisterra, sobre las once de la noche, se divisan dos frentes. Dirección a Vimianzo a mano izquierda se apoltronan los jóvenes que llenan hasta la bandera las instalaciones de una nueva pizzería. En la otra acera, las personas más mayores beben en los bares de tiempos inmemoriales tazas de Ribeiro. Los colores vivos del primer local contrastan con los tonos marrones que le confiere la madera a los segundos. Conforme pasan las horas, las personas más longevas van perdiendo la batalla, a la par que inician su retirada. Los adolescentes, por contra, empiezan un suculento paseo hasta la calle de la Estrella, donde se agolpan la mayoría de los pubs en los que los juerguistas carballeses encuentran cobijo. En la travesía principal, en la zona de Fomento, apenas quedan entonces dos lugares abiertos: una discoteca de escalera pronunciada y un local de canciones folclóricas en directo. Pubs En los locales de la calle de la Estrella y sus alrededores es donde más gente se concentra un sábado por la noche. Los bares del lugar no son extremadamente heterogéneos. Huelen a fotocopia unos de los otros: la misma música, el mismo tipo de gente: mucha minifalda y gomina y poco cuero con crestas de colores. Pasadas las cuatro, la juerga empieza su declive. Entonces se encienden las luces y se apagan los sones. El silencio hace las veces de campana indicando que se ha acabado el recreo y que hay que abandonar el local de moda. Cuando la noche avanza y los últimos noctámbulos se empizan a mezclar con los madrugadores del domingo, las opciones de los que continúan con la fiesta se reducen. Muchos optan por desplazarse al extrarradio para disfrutar de los after hours. La contraoferta a las grandes discotecas es una cafetería: el Galicia. Este bar suele ser la última estación de muchos de los penitentes de la noche del sábado carballesa.