Entrevista | Josele Santiago El artista madrileño presentará el día 16 en el Pazo da Cultura de Carballo su primer disco en solitario, «Las golondrinas etcétera», tras la disolución de Los Enemigos
07 abr 2004 . Actualizado a las 07:00 h.El verbo malasañero de Josele Santiago (Madrid, 1965) comulga de nuevo con el micrófono. Dos años después de la disolución de la banda madrileña por excelencia, Los Enemigos, su cantante y guitarra presentará en el Pazo da Cultura carballés (16 de abril, 21.30 horas) su primer disco en solitario. Grabado en directo por una banda de campanillas bajo la batuta de Nacho Mastretta, Las golondrinas etcétera es la obra madura de un poeta callejero en busca de la ingenuidad perdida. - Antes de que surgiese el concierto del viernes en Carballo, tenía previsto a hacer una pequeña gira por Galicia que incluía el Silfo¿ -Claro, por eso está Fran Reixa, que corría con la organización, en los agradecimientos, pero al final no pudo ser. - Va a ser la tercera vez que actúa en Carballo. ¿Se acuerda del concierto que dio allí en el 91? -Pues no. - Fue en el San Martiño: un escenario con muchas tablas, los camerinos eran dos furgonetas y por allí había cien personas escasas¿ -De esos ha habido muchos conciertos. Pero bueno, de aquel palco inmundo no me acuerdo exactamente. - Volvieron años después a la plaza del Concello para presentar «Nada». ¿Se acuerda ahora de haber tocado en Carballo? -No (risas). - ¿Satisfecho con su nuevo álbum? -Estoy contentísimo. He esperado mucho por los músicos adecuados y ha merecido la pena. Es un cuarteto de lujo formado por Ricardo Moreno, Pablo Navarro, Luca Frasca y Pablo Novoa. Aunque a las canciones les ha dado tiempo a reposar, me daba miedo que se murieran al no darles salida, pero apareció Nacho Mastretta y el entusiasmo se recuperó. - ¿Por qué las discográficas no recibieron su maqueta con los brazos abiertos? -Ni idea. Los motivos que te dan son bastante peregrinos. Hay mucho miedo. Las disqueras no arriesgan y, aunque quería cambiar de aires, tuve que volver a casa. Siempre supe que podía contar con Javier Liñán, de Virgin. - ¿Cómo definiría su estilo actual? -Bueno, la prioridad de este disco eran las canciones y nos saltamos a la torera otra serie de consideraciones estéticas y estilísticas. Incluso la prudencia a la que obliga la ópera prima de un solista también quedó desterrada. No queríamos saber nada de prudencias. De hecho, está grabado en riguroso directo. - Todos a la vez, como en los viejos tiempos¿ -Es como se ha tocado toda la vida. Cuanto más le deban las canciones al soul y al rythm and blues, más necesitan ser grabadas así. - El disco destila precisamente rythm and blues y rock de autor, aunque hay sitio para todo¿ -Me interesa el concepto de canción, los estilos no me importan. No me ciño a patrones de blues ni de milongas. Nunca lo he hecho: si hechas un vistazo a los discos de Los Enemigos, hay de todo. Lo que busco es una canción buena, corta, que ande sólo con guitarra y piano, con acordes pelaos , que diga cosas y, encima, funcione. Si es de los Ramones o Chavela Vargas, me da igual. - De hecho, se atreve con una versión de ella. -Cuando escuché por primera vez Con las manos vacías , me eché a llorar. Hacía mucho tiempo que no me pasaba. Por eso, antes de grabarla, la tuve que oír mil veces para que no me hiciese efecto. Emocionalmente, fue algo muy fuerte. - ¿Por qué es reacio a hablar de sus letras? -Me gusta acercarme al lenguaje poético, que no funciona con ideas, sino con palabras. No puedes explicar ni analizar una poesía, porque perdería su sentido. Te tienes que dejar invadir por ella. - Antes de Navidad usó en directo el pseudónimo de Maestro Pocero, con el que iba a actuar en el Silfo. ¿Por qué no firmó así su disco? -El nombre me gustaba porque es cachondo y obrero, pero a la gente del gremio, no. Tampoco quería ponerme Josele Santiago, pero corría el riesgo de contar con menos presupuesto y, la verdad, si la alternativa fuese llamarse Hortensio u otra cosa, me lo hubiese peleado más. Al fin y al cabo, llamarme como me he llamado toda la vida tampoco importa demasiado.