¿Quiere ver a la toponimia hecha unos zorros? Pase por Valcovo. Su restaurante y su cámping se hacen llamar Balcobo (las dos con be), pero en distintas guías de Internet aparecen como Valcobo o Balcovo.
La placa en bronce que recuerda la regeneración de la playa llevada a cabo por la Xunta aparece como Valcobo. Y un cartel de Medio Ambiente en el que se muestran dibujadas las aves que vuelan la zona surge Balcovo. Hasta cuatro formas distintas. ¿Y cuál es el gentilicio del lugar? ¿Valcovenses? ¿Valcovianos? Ni con el comodín de la llamada.
Solo la señal indicativa del lugar recoge el topónimo como Dios manda. El resto es un caos. Con dos bes, con dos uves, la primera con be y la segunda con uve o incluso al revés.
Arteixo parece atacado por una plaga empeñada en hacer bailar las letras del lugar. El desmadre lingüístico no solo se ve en Valcovo. Todavía es mucho peor en Vilarrodís. Un recorrido por el lugar es todo un mareo.
Fue mucho peor hace años. No muchos. Cuando el lugar no podía hacerse llamar de más formas, cuando los rótulos de los negocios emplean hasta 16 formas distintas de denominación.
Vilarodís
Era todo un cóctel: Vilarodís, Vilarrodís, Vilarrodrís, Vilarodrís, Villarodís, Villarrodís, Villarrodrís, Villarodrís, Vilarodriz, Villarodriz, Vilarrodriz, Villarrodriz Vilarodrid, Villarodrid, Vilarrodrid y Villarrodrid. Hoy se ha mejorado, que no perfeccionado. Todavía se pueden ver carteles, rótulos o anuncios en los que aparecen raras variantes. Carnicería Villarodís, cafetería Vilarodís, Auto escuela Villarrodís, panadería Villarodrís...