Una raza de hombres de mar

CARBALLO

José embarcó por primera vez con 12 años y sus hijos hicieron lo propio?a los 16. La tercera generación ha cambiado los pesqueros por mercantes

22 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

A los Castro de Muxía más que sangre parece que por las venas les corre agua salada. Toda su vida ha estado ligada al océano, al mar al que aman sin disimulo y por el que sienten un respeto que da escalofríos. José Castro Sambad, el patriarca de esta enorme familia, heredó su pasión por la pesca y los barcos de su padre, que también fue pescador y quien a su vez también mamó la mar por vía paterna. «O meu avó foi mariñeiro de costa, transportaba carga desde Vigo e desde outras vilas», explica José, quien a sus casi 80 años y ya retirado, sigue hablando con nostalgia de su vida a bordo de pesqueros.

José se hizo a la mar con solo doce años, en 1940, acompañando a su padre. Y ahí empezó una larguísima carrera que, asegura, solo le ha dado satisfacciones. «Empecei sendo un neno, pero para min foi moi doado, porque crieime nela e gustábame moito». Y en ella continúo hasta no hace mucho, hasta que el cuerpo no le aguantó más. «Retireime hai máis de 50 anos, por diabético, pero seguín camuflado ata os 74 anos», confiesa. La diabetes, precisamente, le apartó de ese trabajo que tanto amaba. Hace tres años le amputaron una pierna y el año pasado, la otra.

«Boto a pesca moitísimo de menos, se tivese as miñas perniñas volvía agora mesmo», asegura José desde el puerto de Muxía, al que acude todos los días, para, dice con humor, «falar mentiras e barbaridades cos catro vellos que hai aquí». Y también para ver cómo regresan a casa sus hijos Francisco José, Jesús y Miguel, los tres, de los doce que tuvo, que han seguido con la tradición marítima y que se encargan de los dos palangreros de la familia, Farelo y Os Castros . «Tiven moitos barcos, o primeiro nos anos cincuenta e sempre en Muxía», explica José, para quien el mar parece no tener secretos. «Para min non foi unha vida dura, foi unha vida marabillosa», asegura este hombre que desde sus pesqueros llegó a ver submarinos de la Segunda Guerra Mundial.

Da gusto oírle hablar, del mar, de la vida y de su familia, por la que siente un orgullo que no puede disimular. Doce hijos y 21 nietos son su legado. Una gran familia a la que ha sabido inculcar el amor por la pesca.

Francisco José, por ejemplo, habla del mar con la misma pasión que su padre. De hecho, se enroló nada más cumplir la edad mínima necesaria, los 16 años. «Eu puiden estudar e algúns dos meus irmáns o fixeron, pero eu levaba a pesca no sangue, enroleime porque era o que me gustaba», explica, al tiempo que reconoce que la suya «é a última xeración que seguirá nos barcos, porque xa non hai pasión pola pesca».

Quizás por la pesca no, pero sí por el mar. Lo demuestran dos de los nietos de José, Héctor y Juan, que están dispuestos a seguir los pasos de su tatarabuelo. Héctor es licenciado en Transporte y Navegación y su primo Juan pronto acabará los mismos estudios. Su vida futura, sueñan, estará relacionada con la marina mercante y los grandes cargueros.

«Mameino desde pequeno, con tres anos xa subía aos barcos do meu avó, que foi quen mo aprendeu todo», explica Héctor, que ya ha hecho prácticas a bordo del remolcador Don Inda . Le gusta y a él también se le nota. «Somos unha familia moi mariñeira», dice con razón, mientras que su abuelo sigue mirando al mar con una nostalgia que pone la piel de gallina.