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Las vidas rotas por la falta de trabajo se acumulan en las oficinas del Inem

Antón Bruquetas

CARBALLO

Las instalaciones de Carballo registran cada día una mayor actividad a causa del desplome del mercado laboral por la desaceleración de la economía española

07 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Octubre fue un mes trágico para los trabajadores españoles. Los índices de desempleo se dispararon hasta niveles que no se registraban desde hace una década. La crisis económica mundial está azotando como un huracán los sectores productivos del país y en su trayectoria deja un reguero de puestos de trabajo destruidos. Tan solo durante el mes pasado, más de 400 vecinos de la Costa da Morte inscribieron sus nombres en las listas del Servicio Público de Empleo Estatal-INEM. Allí, en las oficinas donde se sella el paro, rodeados de papeles impersonales, los funcionarios ven como las cifras cobran vida en un rostro en un ser humano. Le ponen cara a historias que muchas veces los políticos solo cuentan en números. Estos días no dan a basto. «Aquí no se para ni un momento en toda la mañana», confiesa la directora de la oficina de Carballo, mientras asesora a una de las muchas personas que lo único que piden es que las dejen trabajar.

Últimamente, las historias que se esconden detrás de un incremento del 5% en la tasa de desempleo se han escrito con un guión parecido. Son historias con aroma a ladrillo roto y a cemento reseco. En grupos de cuatro o cinco, los obreros cubren unos impresos que han cambiado mucho desde la última vez que los tuvieron que rellenar. Se acabaron los años en los que los pisos de Boiro y Pontevedra se construían a todo tren y dejaban los bolsillos llenos y las hipotecas cubiertas.

Pero el desplome del sector de la construcción no solo ha afectado a pie de obra. Los materiales ya no se compran y a los transportistas ya no les merece la pena salir a la carretera. Entonces los funcionarios tropiezan con historias como la de Mauricio Caamaño. Un joven conductor de camiones de 27 años que hace una semana le dijeron en su empresa lo que no quería escuchar: «Esto está muy parado, quizás a primeros de año te volvamos a coger». Mauricio tiene dos hijos y un préstamo que solicitó para pagar su coche. El sueldo de su pareja ha asumido los gastos familiares, aunque reconoce que ahora les cuesta llegar a fin de mes: «La verdad es que los gastos nos agobian».

Parados de larga duración

Sin embargo, Mauricio puede considerarse un privilegiado. Rebuscando entre los cerca de 9.000 desempleados de la comarca, aparecen a quienes los técnicos denominan parados de larga duración, es decir, aquellas personas que llevan más de un año buscando un puesto de trabajo. Jesús Vázquez Ferreiro, de 42 años, cotizó por última vez hace más de siete. Su historia es diferente, pero no singular. Jesús cobra 149 euros al mes después de que se le fuese reconocida una incapacidad del 33% por padecer ataques de epilepsia. Fontanero de profesión asegura que nadie lo quiere contratar porque no puede subirse a una escalera o a un andamio. Vive en casa de sus padres, que tienen más de 70 años. Sin en el apoyo de su familia «hoy estaría tirado en una cuneta».