Tres años después de que la empresa Canabal anunciara su intención de restaurar el monasterio de San Xiao de Moraime, en Muxía, para convertirlo en un hotel, la obra podrá, al fin, llevarse a cabo.
Durante todo ese tiempo en el conjunto artístico se realizaron algunas actuaciones como la demolición de la cubierta -que de hecho presentada riesgo de derrumbe-, pero las trabas administrativas impidieron a la empresa continuar con los trabajos.
La primera paralización de las obras se debió a la falta de un informe de Patrimonio. Fue en el año 2007 y hubo que esperar a que ese organismo dependiente de la Consellería de Cultura se pronunciase.
Pero no fue el único escollo, porque además de ese documento, a la empresa se le exigía una nueva certificación de la Dirección Xeral de Urbanismo con la que no contaba.
La ausencia de ese documento volvió a retrasar la finalización del proyecto. En el monasterio se encuentra instalada un grúa desde hace más de tres años que hasta ahora poco ha podido trabajar.
Finalmente, la pasada semana llegaba el esperado informe y se aprobaba en xunta de goberno local en el Concello de Muxía.
Era el único trámite pendiente y desde hoy -si no surgen nuevos incidentes- la compañía podrá volver a trabajar en el edificio, en el que inicialmente estaba previsto invertir una cantidad cercana a los 1,2 millones de euros.
La empresa pretende crear allí uno de los hoteles de turismo rural más importantes de la comarca. La compañía quiere conseguir para el establecimiento la consideración de Hotel Monumento y contar con un Q de calidad, la misma de la que disfruta el Pazo de Río, en Oleiros, otro establecimiento propiedad de la misma empresa.
Bases del siglo XI
El hotel se instalará en la rectoral de Moraime, un edificio del siglo XVIII construido sobre las bases de un antiguo monasterio benedictino del siglo XI.
La rectoral se encuentra al lado de la iglesia de Moraime, una de las joyas arquitectónicas del románico de la comarca, templo en el que aún se conservan restos de pinturas, posiblemente del siglo XII.
Para poder convertir el inmueble -en ruinas- en un hotel, la empresa firmó un acuerdo con el Arzobispado -propietario de la rectoral- para una cesión por 45 años a cambio de una renta de 300 euros al mes.