Carballo fue moderno y modélico

CARBALLO

Hace 80 años justos, el alcalde Peinador inauguraba espacios urbanos que Carré Aldao elogió especialmente, nada que ver con lo que vendría más tarde

29 sep 2009 . Actualizado a las 11:16 h.

El año 1929 fue bueno para Carballo. El mundo se hundía por la crisis económica mundial, pero en la capital de Bergantiños, que entonces tenía 16.000 vecinos (la mitad que ahora) se plantaban las semillas de una localidad urbana moderna y humanizada, con espacios verdes, manzanas amplias y un cierto toque de modernismo arquitectónico (a falta de otros estilos anteriores, el casco viejo es literatura).

El profesor e historiador Xan Fraga Rodríguez disecciona en sus obras de la serie Crónicas qué había y qué se perdió. Había bastante y se perdió casi todo. De aquel 29, penúltimo año del alcalde Guillermo Peinador (tras seis de mandato en los que trabajó a conciencia) subsiste lo esencial. Fue obra, en su mayoría, del arquitecto coruñés Eduardo Rodríguez Losada. «Foi o arquitecto que máis pegada deixou», destaca Xan Fraga. Las obras comenzaron sobre el 23 o el 24, y se fueron acabando en torno al 29: las escuelas de la calle Desiderio Varela, construidas gracias a la filantropía del médico del mismo nombre, que también se lo da a la calle en la que se encuentran; también la escuela de Arrabales, en el campo de la feria, junto a la capilla de la Milagrosa.

Losada, además, asesoró a Peinador en el diseño de la Alameda, el Xardín para todo el mundo. Creó los siete pabellones del mercado de abastos. Suya fue la obra del Matadero de la zona de A Cristina, donde hoy está el Pazo da Cultura (y decenas de edificios) y entonces era un descampado. Prolongó la calle del Hórreo y amplió y reformó la plaza de la Libertad, después Generalísimo, y ahora Galicia. Por todo ello, Carballo era «moderno y modélico», en palabras de Carré. Qué diría hoy.