«Cuando no estudiaba estaba siempre en Baio, me encantaba»

Marta Valiña CARBALLO/LA VOZ.

CARBALLO

El jefe de endocrinología del Chuac nació en A Coruña, pero asegura que siempre se sintió de la Costa da Morte

07 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El jefe del servicio de endocrinología del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña, Ovidio Vidal Vázquez, está convencido de que «el médico ha perdido la aureola de paternidad de antaño». Dice que en la actualidad «hay que tener mucho cuidado con lo que dices y a quién se lo dices» y asegura que el paso de la medicina clínica a la técnica ha supuesto muchas ventajas para el paciente, aunque, en cierta manera, ha deshumanizado su profesión. «A mí me gustaba más la medicina de antes», confiesa el que está considerado uno de los especialistas de mayor prestigio del país, quizás sin darse cuenta de que él, aunque disfruta (y entiende) de las nuevas tecnologías, recuerda a los médicos de antaño. A aquellos hombres amables y comprensivos que empiezan a curar con solo dar la mano.

Vidal Vázquez nació en A Coruña, pero él se siente de la Costa da Morte. Su niñez y su juventud están estrechamente ligadas a Baio, donde su abuelo, Aurelio Vidal, ejerció también como médico -«en aquellos tiempos en los que iban a caballo de un lado a otro»- y allí nació su padre, el general médico Ovidio Vidal Ríos, de quien no solo heredó la pasión por la endocrinología, sino también un cariño muy especial por la localidad. «En Baio tenemos el cuartel general de la familia. Allí nos reunimos los hermanos todos los veranos», explica. Visita el municipio, donde conserva muchos amigos, de forma habitual, aunque su particular refugio está ahora en la pequeña aldea de Asalo, en la parroquia malpicana de Mens, donde pasa todos los fines de semana y períodos vacacionales. «Siempre me gustó el campo y me escapo de la ciudad siempre que puedo», indica.

De fiesta en fiesta

Cuando era joven hacía lo mismo, «huía» de A Coruña o Santiago para reencontrarse con la comarca. «Cuando no estudiaba estaba siempre en Baio, me encantaba», dice instantes antes de empezar a enumerar todas las fiestas de la Costa da Morte a las que acudía cuando era un chaval. «Empezábamos a principios de junio y no nos perdíamos ni una, íbamos al San Cristovo, al Carme do Briño... Llegábamos hasta Cee. Me las sabía todas y a todas queríamos ir», recuerda. Eran días, cuenta, de estar todo el día en la calle, disfrutando de los montes de la zona y de las sardiñadas al aire libre. «Nos reuníamos en la Devesa y allí lo pasábamos en grande», dice mostrando una foto de aquellos tiempos.

Una época en la que ya demostraba sus dotes de buen deportista -«llegaba a gastar las cubiertas de la bicicleta», asegura- y donde probó el vino por primera vez. «Baio era el sitio donde más vino se bebía en el mundo. Recuerdo rondas de veinte tazas seguidas una detrás de otra o incluso más», explica casi riéndose. «A las ocho de la tarde se cruzaba en Baio la línea del Guillén, que iba de Santiago a Malpica, con la que iba de Santiago a A Coruña y esa era la hora en la que todo el mundo salía a la calle a tomarse unas tazas. Era la forma de socializar», añade.

A Baio volvía todos los veranos cuando estudiaba Medicina en Santiago -«fui de la tuna y todo»- y también durante la etapa en la que trabajó en Madrid. «Estando allí me encontré con un gallego, de Malpica, que me ofreció ir al hospital de La Paz, que acababa de crearse. Allí estuve cinco años y en cuanto se inauguró el hospital de A Coruña me vine corriendo», rememora. La vuelta a Galicia le permitió retomar su contacto con la Costa da Morte, una comarca que conoce como la palma de su mano. «Primero con la bicicleta y después en moto me he recorrido todos los montes de la comarca. Con la Montesa de enduro he subido a todas partes», explica. Recorriendo la comarca en moto encontró la casa de Asalo, una aldea que conoció gracias a unos parientes de su mujer, Rita Hernández. «Su padre era veterinario en Ponteceso y allí la conocí», cuenta. Con ella se acercó un poco más a la comarca de Bergantiños, donde practica muchas de sus pasiones. La fotografía, la astronomía o el submarinismo, que le ha llevado a descubrir la riqueza del estuario do Anllóns. «Allí he pescado rodaballos de lujo», asegura antes de escaparse a disfrutar de un día de playa en Malpica. «La Costa da Morte es el paraíso», concluye. Y él la conoce muy bien.?