«El gallego, por orgullo o cobardía, no vuelve fracasado»

Eduardo Eiroa Millares
e. eiroa CEE / LA VOZ

CARBALLO

A los 19 años se fue a Argentina desde su Zas natal y allá dirige una asociación que cuenta con unos 300 integrantes

07 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El caso de Manuel Busto Moreira (Romelle-Zas, 1937) es el de tantos gallegos que un día hicieron las maletas y se marcharon a probar suerte en Argentina. Hijo de agricultores, asegura que ni recuerda cuando empezó a trabajar. «Cuando me di cuenta, ya lo estaba haciendo», dice. Todavía no hace mucho un hermano le dijo que aun no sabía por qué se había ido. Tampoco lo tiene muy claro. Cosas de relaciones personales. Un buen día, con una formación más bien escasa, hizo la maleta, se subió a bordo de un barco y partió a Buenos Aires, donde ya tenía familia.

-¿Cómo fueron los inicios?

-Yo no sabía a lo que iba ni qué iba a hacer, me fui con una preparación precaria, como el 80% de los emigrantes. Después de tres meses en Buenos Aires pensaba en Romelle y me entraban ganas de volver. Pero el gallego, yo no se si por cobardía o por orgullo, no quiere volver fracasado.

-Así que perseveró.

-Eso me hizo quedarme. Y para mí era como un juguete ponerse a trabajar de camarero. Te pagaban y comías y bien. Después te casas, compras un negocio, y cuando te das cuenta has logrado aquello que pretendías.

-¿A qué se dedicó?

-Empecé a trabajar en un bar con mi hermano. Estuve cuatro años con él. Después me compré mi primer negocio y me casé. Todo con 24 años.

-¿Con una mujer bonaerense?

-No, de aquí al lado, de Gándara.

-Y arrancó en solitario.

-En ese negocio fuimos cinco socios. Se compraba todo en documentos, pagando de entrada solo una pequeña parte. Así ya nos veíamos patrones. Donde trabajaba antes estaba con un tío mío. Cuando se enteró de que montaba un negocio y me casaba me llevó a un rincón y me dijo: no quisiera enterarme de que fuiste a pedir un peso a nadie, para eso ya estoy yo. Eso no lo olvido.

-¿Y siguió en la hostelería?

-Estuve poco con aquello. Después, en 1963, monté otra empresa, una industria frigorífica, de fabricación de embutidos, Frigoríficos Riosma 214. Y hasta hoy. Lo hice con otros socios, también españoles. Y pasó a ser una pequeña empresa en la que hoy trabajan más de 500 personas y que siguen llevando los hijos y yernos de los fundadores. En general, hay empresas líderes que en un momento determinado, cuando toca el relevo, se vienen abajo en un 80% de los casos. No fue nuestro caso. Los chicos conocían bien la fábrica porque llevaban tiempo trabajando en ella y nos dieron una lección. La llevaron para arriba.

-Y en medio del recorrido entró en la asociación de Hijos de Zas.

-El pasado mes de febrero la sociedad cumplió 88 años. Se fundó para ayudar a los paisanos que tenían una enfermedad, o a sufragar un entierro. Con los años se denominó centro recreativo cultural, pero siguió haciendo lo mismo. Siempre fue una sociedad chica. Somos algo más de 300 socios. Fui su presidente en los 80, dejé de serlo y volví ahora, hace unos años.

-¿Qué tal funciona la asociación?

-Nos cuesta mantenerla. Hacemos reuniones de los mayores, jugamos la partida, tomamos el vermú. Los fines de semana los chicos ensayan baile y gaita. Esa es la rutina que tenemos. Tenemos dos salones para 300 personas. Pero la fiesta del Carmen de Zas la celebramos en otro sitio porque no cabemos. A la última fueron más de 400 personas, y llegamos a superar las 500.

-¿Sigue habiendo muchos vecinos suyos en Buenos Aires?

-Hacia 1960 dejaron de ir allá. Ahora está apareciendo gente joven española en Buenos Aires, pero personas muy preparadas, nada que ver con los que nos fuimos en mi época.

-¿Qué tal sientan los regresos a la patria?

-En 1975 volví por primera vez. Encontré esto patas arriba, justo cuando la gente empezaba a irse a buscar trabajo en otros países de Europa. Creo que en Galicia la emigración latinoamericana no está tan bien vista como la europea, gente que se iba con un contrato e invertía su dinero en su tierra. Yo no me pude despedir de mi madre porque no era capaz, y cuando volví ya no la tenía.

-¿No piensa volver a establecerse en Zas?

-Tengo todo allí. Familia, hijos, costumbres. Tendría que haber un cambio muy grande para que volviéramos. Y eso que soy tan gallego como el más gallego. De eso te das cuenta en las sociedades con lo que peleamos por nuestras costumbres.

-Pues ha perdido hasta el acento.

-Con el trato al público, hablando siempre en español, se acaba perdiendo.

MANUEL BUSTO Presidente de HIJOS DE ZAS EN BUENOS AIRES