Pediatra neonatólogo, trabaja ahora en el hospital La Paz de Madrid
22 nov 2011 . Actualizado a las 13:47 h.Alejandro Ávila lleva una carrera médica envidiable a pesar de su juventud (hace nada cumplió 30 años). Pediatra especializado en neonatología, el año pasado logró una beca de la Fundación María José Jove para una estancia en el Children?s Hospital de Boston, vinculado a la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, considerado el mejor hospital pediátrico del mundo. Terminada, y de nuevo en el antiguo Juan Canalejo de A Coruña, le surgió una oportunidad profesional imposible de rechazar en el La Paz de Madrid, que a su vez está considerado como uno de los mejores de España en su especialidad. Y hasta la capital española se marchó en agosto, donde seguirá por tiempo indefinido.
Pese a la relativa distancia de 600 kilómetros, Ávila está absolutamente apegado a Carballo. Familia y amigos son para él imprescindibles, y su localidad, motivo de orgullo del que presume en cuanto tiene ocasión. «Soy de los que hablan de su pueblo sin dudarlo, sin decir A Coruña. Cuando en Madrid me preguntan de dónde soy, siempre digo que de Carballo. Ya diré después que es cerca de A Coruña».
Álex, como le llaman muchos amigos, el segundo de tres hermanos, se crio en la calle Ourense, a un paso de la rúa Perú. Sus coordenadas de infancia van desde este punto hasta su colegio, el Leus, y las adolescentes, un poco más arriba, en el instituto Alfredo Brañas. De ambos centros solo habla maravillas, y los califica de cruciales (especialmente a algunos profesores) de cara a su posterior formación médica.
En ese triángulo se mueven sus primeros recuerdos. Ya no conoció los símbolos de Carballo desaparecidos. Los Baños Vellos, por ejemplo, más o menos situados en la zona en la que dio sus primeros, segundos y terceros pasos, aunque sí recuerda los descampados que había hacia el norte de su casa. «El parque de la Cruz Vermella era una fuente, y cuando hicieron la estación de autobuses nueva, alrededor no había nada».
Presume como pocos de su grupo de amigos. La mayoría procedente ese tiempo de inocencia, primero, y felicidad, después. Se reúnen constantemente y en los carnavales no hay año en el que no se disfracen, y con éxito en el concurso del Concello. «Muevo Roma con Santiago para no perdérmelos», confiesa. También le tira el San Xoán, sobre todo la noche de las cachelas. Las Festa do Bosque, por edad, la conoció ya más en su fase de recuperación.
Vocación
A los 4 años decía, sin saber por qué, que quería ser pediatra. Su capacidad y esfuerzo, la influencia de los buenos profesores, incluso la ascendencia de colegas como Tasende o Velo lo fueron llevando por ese camino y orientándose hacia un sector centrado sobre todo en los cuidados intensivos neonatales. Reconoce que trabaja muy a gusto, que le encanta, y que está en un lugar privilegiado: «Mil veces más que naciese, mil veces haría lo mismo». Destaca que la opción de La Paz es extraordinaria, «poder trabajar al lado de gente claramente mejor, se aprende mucho, es una inversión de futuro». Lo de volver a salir fuera, y más en los tiempos que corren, no lo acaba de ver claro. «Salir fuera es bueno, sí, pero, ¿a dónde?», se pregunta. Admite, además: «Yo estoy muy arraigado a la tierra». Y viene mucho. También a Laxe, lugar de origen materno y de vacaciones.