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«Desde pequeña me he organizado el año pensando en los días que iría a Vimianzo»

marta valiña CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

La socia de Perro Verde Films llevó los dos Goya de «Arrugas» a la localidad a la que se siente vinculada desde niña

26 feb 2012 . Actualizado a las 07:02 h.

Su primer apellido, Arochena, «herencia de un tatarabuelo vasco», lleva a confusión. El segundo, Romero, va despejando las dudas, pero es su propietaria, María, quien lo aclara: «Nací en A Coruña, pero siempre me he sentido muy, muy, muy ligada a Vimianzo», asegura haciendo tanto hincapié en el «muy» que es imposible que quede alguna duda. Y eso que ella misma llegó a planteárselo en algún momento de su infancia. «Cuando era pequeña y estaba en Vimianzo todos me decían que yo era de A Coruña y en la ciudad me pasaba lo contrario, así que había momentos en que no tenía claro de donde era, pero yo siempre me sentí vimiancesa», insiste.

Su pasión por la localidad, a la que se «escapa» siempre que tiene ocasión, quedó clara, una vez más, el pasado martes, justo dos días después de que María y sus compañeros de Perro Verde Films recibiesen en Madrid dos premios Goya por Arrugas, una conmovedora película de animación que en el apartado de mejor guión adaptado logró imponerse, por ejemplo, a La piel que habito, del mismísimo Pedro Almodóvar. Recién aterrizada en A Coruña y con las dos estatuillas en la maleta, en lo primero que pensó María fue en llevarse a los cabezones a Viminazo. «Lo que más ilusión me hacía es que mi familia viese los Goya. Fue en ellos en los que pensé cuando los tuve en mis manos, así que aproveché que en A Coruña era festivo y que el productor [su socio, Manuel Cristóbal] estaba en Madrid y Paco [autor del cómic en el que se basa la película y co-guionista] en Japón recibiendo un premio, para llevar los trofeos a Vimianzo», cuenta con un entusiasmo contagioso.

El mismo entusiasmo con el que retrocede en el tiempo y habla de su pasión por Vimianzo, en general, y de la pequeña aldea de A Toxa, en particular. Allí nació su madre, Marisol, y allí acudía la familia Arochena Romero «todos los fines de semana, todos los veranos y todos los festivos». Y eso, recuerda, a pesar de que en los setenta y ochenta el trayecto entre A Coruña y Vimianzo «se hacía eterno». Un viaje repleto de baches y curvas que tenían su recompensa en los juegos al aire libre, los días eternos con los amigos y un regreso a la ciudad con las pilas cargadas. Y también algo más. «Cuando volvíamos, llevábamos el coche hasta los topes, con patatas, huevos, habas, grelos..., de todo», rememora María riéndose tras afirmar que «en el Seiscientos que tenía mi padre, y después en el R5, cabían más cosas entonces que ahora en un 4X4».

En A Toxa, además, María conoció a la que hoy sigue siendo una de sus mejores amigas, «María de Pasantes», y compartió juegos y travesuras con sus primos Elena y Carlos. «Él vivía en Pontevedra y también venía todos los veranos. Yo le tenía mucha envidia, porque él, como venía de más lejos estaba en A Toxa los tres meses y yo, en cambio, de vez en cuando tenía que ir a A Coruña», explica María, quien recuerda con especial cariño todas las fiesas a las que acudía «con Maricarmen, Maite y Cristina, Javier, Francisco, Sonia...». «Desde pequeña, y hasta hace poco también, me he organizado el año pensando en los días que iría a Vimianzo y en las fiestas que iba a haber. Siempre había quien nos llevase en coche y recuerdo perfectamente que la última era la de Cambeda, en septiembre, así que todos sabíamos que esa era, de algún modo, la de nuestra despedida hasta el verano siguiente», explica rememorando con un cariño infinito esos veranos de la infancia y adolescencia que hoy enseña a disfrutar a su hijo. «Él solo tiene dos años, pero también es un enamorado de Vimianzo», dice. De casta le viene.