Su ubicación absolutamente privilegiada y el valor simbólico y patrimonial que tiene ha instalado en Fisterra la sensación de que las cosas ocurren porque sí. El gobierno se conforma con mantener la gestión, ir sobre seguro y no meterse en grandes charcos, mientras que los opositores, aunque con quejas y alguna iniciativa, también se instalan en la resignación de que nada va a cambiar.
Política: A día de hoy José Manuel Traba y el PP se mantienen como la única perspectiva de gobierno. El BNG, con doble cambio de portavoz en poco tiempo, todavía necesita redefinirse en el año que queda para las elecciones y al PSOE, con una imagen de sensatez, le sigue faltando calado social.
Grandes proyectos: Todo: el centro de salud, el contradique, el plan del Cabo,... sigue prácticamente en el aire como hace tres años. Aunque el gobierno dice que se están dando pasos, los tiempos de respuesta conducen hacia la desesperación.
Turismo: El sector está relevando, si no lo ha hecho ya, a la pesca como el principal pilar económico, pero faltan coordinación, iniciativas y responsabilidad tanto pública como privada para no matar la gallina de los huevos de ahora y aprovechar el inigualable potencial que tiene Fisterra.
Urbanismo: En una localidad en la que prácticamente todo está protegido y afectado por normativas superiores debería resultar sencillo adoptar un plan general, pero la práctica demuestra otra cosa y, aunque el alcalde promete aprobar el plan en este año no lo va a tener tan fácil como aparenta.
Gestión cotidiana: Aunque el Concello no tiene deudas importantes que abordar, tampoco dispone de recursos significativos más que los que van llegando a cuentagotas de distintas Administraciones. El gasto cotidiano y el mantenimiento de los servicios básicos deja poco margen a la inversión y a que realmente se vea si la política está bien encaminada o falta iniciativa.