
Mi aldea del alma | El escritor e investigador Ramón Romar continúa su serie de historias sobre su pueblo natal: Fornelos (Baio, Zas)
26 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.El cultivo de estas dos plantas se hacía conjunto, y eran las que más trabajo le ocasionaban al labrador. Desde primeros de mayo, que se sembraban, hasta octubre, que re recogía el maíz, requerían trabajos constantes.
Para preparar la tierra, se llevaba el estiércol en carros, se depositaba en montículos, y el día de labrar se esparcía. Se araba con arado de hierro tirado por una buena pareja de bueyes. Si los bueyes eran jóvenes o solo había vacas, había que hacer «as soles», o sea, poner dos parejas para tirar del arado. Aquella operación necesitaba tres personas, una para el arado y dos para dirigir los animales. Al llegar al final del surco, si el enganche era una cadena de hierro, las vacas de delante se hacían a un lado y las otras seguían. Pero si el enganche era un «soliño» (un varal grueso), o se desenganchaba o, si la finca era pequeña, el surco quedaba en la mitad de la finca. Si faltaba estiércol o si la finca era muy húmeda, se echaba el tojo directamente en el surco (para ello hacían falta otras dos personas). Total, que para arar mil metros cuadrados hacía falta toda la familia durante medio día.
Semanas más tarde se gradaba con dos grades de dientes, y cuando se iba a sembrar, se pasaban con tres grades, dos de dientes y una lisa.
Se sembraban tres clases de maíz: «branco» para las personas; «marelo» para el ganado; y «millo vello» (maíz que había antes de que llegara el de América) para el ganado. Este último era testimonial, ya que era poco rentable. Había quien sembraba a mano, haciendo un surco muy suave con el arado romano. Se ponía el grano en una especie de mandil recogido, con entrada para las dos manos y se sembraban dos surcos a la vez. Luego se ponían las alubias en el mandil y se volvía a pasar de nuevo por los surcos sembrados de maíz. En este caso las alubias iban más separadas. Para terminar, se pasaba la grade lisa. Si se utilizaba la sembradora (tirada por vacas) al tiempo que se hacía el surco, se depositaban el maíz y las alubias, y se gradaba.
Luego se sachaba tres veces: «decrurar», «arrendar» y «cavar». «Decrurar» se hacía con la planta muy pequeña, primero con la sachadora (tirada por una vaca o la yegua), y luego se repasaba planta por planta con el sacho, faena que requería de mucha gente. Al «arendar» también se repasaba; y al «cavar» solo se pasaba la sachadora. Después de «cavar» se sembraban nabos o remolacha, con lo cual había tres cosechas al mismo tiempo.
Las alubias se recogían antes que el maíz, y había que hacer varias pasadas entre el maíz, ya que las plantas no llegaban todas a la vez. Una vez secas en la era, se mallaban con horquillas, «enciños» (rastrillo de madera) o «manlle» (artilugio de dos palos, uno que hacía de mango y otro más corto y grueso, unidos por una cadena).
El maíz se cortaba con una hoz y se amontonaba en grandes «pallotos».
Alrededor del «palloto» se ponían varias personas a «escunchar», sentadas en un banco, con un «escuncho» (utensilio punzante) para sacar la espiga. La espiga se seleccionaba: la pieza mala («refigo») al suelo y la buena al cesto de mimbre, y la paja se amontonaba en el lado contrario.
Cuando el cesto estaba lleno se llevaba al carro, y la paja se ataba en «monllos» (gavillas) con retamas. El «refugo» se cocía (grano y carozo) en el pote, para el ganado.
El carro de maíz se llevaba a la era, y de allí, en cestos, al «cabazo» (hórreo). Con los «monllos» se hacían las «cabanas». Primero se hacía una estructura con pinos, en forma de cono, de unos seis metros, y en ellos se enlazaban los «monllos», de manera que no penetrase el agua, y dejando dos puertas para ventilar. Se iban retirando, partiendo de abajo, para alimento del ganado. Las «casulas» (donde estaba la espiga) se picaban para hacer jergones.