Las fiestas de Baio: pocas no eran

Ramón Romar

CARBALLO

MATALOBOS

12 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La parroquia de Baio no fue lugar de grandes romerías, pero en cambio tenía récord en número de festividades, nada menos que diez: Virgen María, San Antonio, San Roque, Virgen del Carmen, San Cristovo, Santa Bárbara, Medalla de la Milagrosa Grande, Medalla de la Milagrosa Pequeña, Corpus Cristi y Santa María Goretti. La más antigua es de suponer que fuera la de la Virgen María el 8 de septiembre, día de la patrona y las más recientes la Milagrosa que se instauró en 1927 y Santa María Goretti en 1949.

La de Corpus Cristi ya se celebraba en el siglo XVII, según los libros de Cofradía del Santísimo Sacramento. Hay constancia de que la fiesta empezaba con la celebración de la víspera. Lo que no sabemos es cuántos días duraba; es de suponer que hasta que los vecinos quedaban extenuados de tanto comer y beber. Todos los años se hacían grandes compras. Por ejemplo, en el año 1681, cuando la parroquia de Baio no debía llegar a 300 habitantes, compraron: 4 gallinas, 1 cordero, 4 bueyes, 60 ferrados de trigo, 1 ferrado de sal, 6 cañados de vino (unos 222 litros) y especies. A estos gastos había que añadirle los del cortador, la cocinera y el músico. Todo esto se puede ver en los libros, con sus valores.

En mi niñez contábamos el tiempo que faltaba para la fiesta, primero en meses y luego en días, no era de extrañar. Después de pasar todo el año trabajando de sol a sol y comiendo caldo y broa, estos días solo había que cuidar el ganado, las comidas eran distintas y copiosas, el que podía estrenaba ropa, y las diversiones, muy distintas.

La parte religiosa se celebraba por la mañana con varias misas. La solemne, a la una, era cantada por varios curas. Luego seguía un sermón (que era eterno y pesadísimo) y la subasta para llevar en andas el santo que se veneraba aquel día y para correr con los gastos religiosos del año siguiente. A la procesión asistía una banda de música, que después tocaba unas cuantas piezas para bailar.

No se empezaba a comer hasta las 4 de la tarde, y no terminaba hasta avanzada la noche. El menú era muy abundante: cordero o ternera, pollo, cerdo, pan de trigo, vino tinto para mayores, y para los niños, boliche (gaseosa, cuya botella tenía un estrangulamiento en la parte superior con una bolita de vidrio que valía de tapón) u orange (bebida anaranjada). Los postres eran brazo de gitano, pan de huevo, roscón y queso. Los mayores pasaban las horas charlando con los festeiros (familiares y compadres que venían de otros lugares).

Por la tarde-noche era la hora de la diversión. Para los niños el día de San Cristovo era como un Parque de atracciones: había tiovivos, lanchas para columpiarse, el Teatro Barrigaverde (aunque de teatro poco más tenía que el nombre), barracas de tiro, etc. Y para la juventud había tabernas y baile que duraba «como máximo hasta la una de la madrugada» (así reza en el permiso que le concede el Ayuntamiento de Zas a mi padre en el año 1962).

Durante el día se echaban cohetes y por la noche fuegos artificiales, que a veces incluía la rueda de fuego. Esta consistía en un armazón de hierro con la figura de dos muñecos (hombre y mujer) que se forraban con papeles de distintos colores, se colocaba sobre una columna de madera, y al plantarle fuego daba vueltas moviendo los muñecos y desprendiendo luces. Al final explotaba y ardía todo. Algún año, en las fiestas de septiembre, los fuegos eran en el río do Porto.

El primer día de las fiestas de septiembre se hacía un baile en Fornelos, con una charanga delante del local de la escuela, para niños y mayores. La juventud iba a Baio, donde había orquesta y banda de música. Y el segundo día los vecinos engalanaban las ventanas con colchas y sábanas. Este día se llevaba a Fornelos la procesión con varios santos, entre ellos san Antonio (se veneraba ese día). Iban acompañados de la banda de música y cohetes, y al pasar por donde había ganado, el cura lo bendecía… Que también tenían derecho a fiesta los animalitos.