La aventura de la dorna Las Dos Hijas

aquiles garea

CARBALLO

Imagen de una dorna
Imagen de una dorna AQUILES GAREA

CRÓNICAS ATLÁNTICAS | De Portonovo a Corcubión, una travesía muy complicada hace más de un siglo

15 oct 2021 . Actualizado a las 19:27 h.

A finales del mes de mayo de 1914, salía del puerto de Portonovo la dorna Las Dos Hijas. Llevaba a bordo cuatro tripulantes, de los cuales tres eran los hermanos, José, Manuel y Guillermo Blanco, siendo el cuarto Manuel García, cuyas edades eran 22, 18, 12 y 11 años. La dorna tenía seis metros de eslora, dos de manga y uno de puntal, siendo su armador el padre de los primeros, Guillermo Blanco, que en esas fechas estaba al mando de un vapor de pesca del puerto de O Grove.

Según informaciones aparecidas en distintos periódicos de la época, su destino era la ría de Corcubión, donde pretendían dedicarse a la pesca de langosta y centolla. Antes de hacerse a la mar habían cargado la embarcación de aparejos para una fructífera pesca que esperaban realizar.

A la salida de Portonovo el viento reinante era Norte, el cual, en el transcurso de las primeras horas fue arreciando fuertemente. Los tripulantes, confiando en las cualidades marineras de la embarcación, no se amedrentaron, y en vez de regresar a puerto decidieron continuar la navegación. Sin embargo, y debido a que el mar empeoraba por momentos, se vieron en la obligación de refugiarse en las inmediaciones de Lira, donde consiguieron permanecer al resguardo en la ensenada de Ximprón sin poder bajar a tierra durante tres interminables días en los que agotaron las pocas provisiones que llevaban.

El hambre comenzaba a hacer efecto en sus cuerpos, y viendo que el viento había disminuido algo decidieron levantar el fondeo e izaron la vela para continuar el viaje hacia su caladero de pesca. El oleaje era muy fuerte y sus cuerpos, agotados por el hambre y la fatiga, comenzaban a debilitarse rápidamente. Tenían la esperanza de que algún vapor o embarcación de mayor porte que la suya que navegase por la zona se percatase de su situación y acudiera en su auxilio, cosa que no sucedió, y a duras penas continuaron su tortuosa navegación.

Poco mas habían conseguido avanzar en su navegación en medio de aquel embravecido mar cuando divisaron en la costa de Lira un nuevo punto en el que poder refugiarse, donde nuevamente fondearon, permaneciendo a bordo de la embarcación otros cuatro días, en los cuales les fue imposible bajar a tierra para conseguir algo de comida.

MANUEL MARRAS

Al cabo de ese tiempo, decidieron de nuevo reemprender su navegación poniendo rumbo hacia el puerto de Corcubión. Sin embargo, solo consiguieron alcanzar la isla Lobeira, en la cual tras desembarcar y visto su lastimoso estado fueron socorridos por el torrero del faro allí ubicado, el corcubionés Constante Lamas, el cual, junto con otro empleado, les facilitó ropas secas y comida caliente. Ya repuestos intentaron abandonarla. Sin embargo, el celoso funcionario no permitió que abandonasen la protección de la isla.

Finalmente, cuando ya habían transcurridos seis días desde su llegada y tras haber amainado el temporal, el farero les permitió continuar su viaje a Corcubión, en donde una vez puesto pie a tierra se dirigieron de inmediato a las autoridades de Marina para que estas comunicasen a sus familias su estado. Estas, al transcurrir los días sin noticias de su paradero, habían procedido a dar cuenta de su desaparición a las autoridades de Marina en Sanxenxo, las que cursaron telegramas a las distintas Ayudantías con el objeto de ponerlas sobre aviso y a la vez estas avisasen a las embarcaciones que navegaban en la costa por si la localizaban en sus trayectos.

El 12 de junio, en la Ayudantía de Marina de Sanxenxo se recibía telegrama mediante el cual el Ayudante de Marina de Corcubión comunicaba la buena nueva sobre el paradero de la dorna Las Dos Hijas y su tripulación, que inmediatamente fue comunicado a sus familias. Tras recuperarse totalmente y tras saber que en Portonovo estaban al tanto de su estado, decidieron abandonar el puerto para realizar las faenas por la cuales habían emprendido su navegación, y tras finalizar estas satisfactoriamente pusieron rumbo hacia su puerto de origen.