Puedo afirmar, y no creo equivocarme, que a lo largo de mis 96 años jamás escuché ni oí epítetos tan condenables como los que suelen aplicar tanto la oposición como bastantes gazmoñeros de la comunicación al presidente de Gobierno, Pedro Sánchez. El último calificativo y el que me llevó a escribir este pequeño escrito fue el escuchado días atrás a un ilustre pontificador que nos alegra las mañanas con sus crónicas tan ecuánimes llamándole al presidente Sánchez vendepatrias.
Confieso que tuve que acudir al diccionario para cerciorarme del significado del vocablo «vendepatrias», y me encuentro con el sinónimo de traidor, felón, gusano, escoria, hijo de p..., en fin, todo lo malo que se le puede atribuir a una persona. Y claro: ante tal desaguisado me pregunto: «¿Si nuestro presidente acumula tanta adjetivación como la que se viene empleando hacia su persona, por qué no se le lleva ante los tribunales de Justicia? Es que los españoles tenemos que soportar primero a un rey que ya sabemos como se las traía y ahora a un presidente vendepatrias.
Después de este largo exordio tengo que objetar con total rotundidad que todos estos sambenitos que le cuelgan al presidente no concuerdan con su proceder ni son verdad. Son escaramuzas, a ver si con ellas logran derrocarlo para hacerse con el poder. Hoy al presidente se le respeta en Europa y aquí en España, pese a la pandemia y a la crisis, lo va solucionando lo mejor posible, no como hizo el PP en la crisis anterior, recordar el «austericidio» sino tener en cuenta siempre al pueblo más vulnerable y a los trabajadores que lo estaban pasando bastante apretado.
Urnas
Es una pena que no nos merecemos los españoles, el tener una oposición tan nefasta. Una oposición que espera alcanzar el poder con vituperios y no en las urnas. Tilda al Gobierno de socialcomunista y no se da cuenta de que a ella la pueden calificar, dada su pobre actuación, de neofascista y ya sabemos los viejos adonde nos llevó el fascismo. Así que les diría a los sensatos: «Ojo porque los de siempre, los que parecían dormidos, tan solo dormitaban».