El presidente del centro Santiago Apóstol, el muxián Manuel Figueroa, pide a la nueva representante española en Suiza que no se olvide de ellos, una amplia colonia de emigrantes de la Costa da Morte
30 abr 2022 . Actualizado a las 15:57 h.La mayor concentración de vecinos de la Costa da Morte más al este del Europa, a dos mil kilómetros, está en Liechtenstein. Posiblemente, también de Galicia. En una superficie más o menos similar a la de Forcarei, Rodeiro o Arzúa, y además en una zona muy concreta de este rico y hermoso Principado, viven cerca de 300 vecinos entre primera y segunda generación procedentes sobre todo de Muxía, Cee o Mazaricos, que tienen un centro denominado Santiago Apóstol, recientemente estrenado y construido con las propias manos de los emigrantes, tras el histórico de Schaan (era público, pero hubo que dejarlo; el de ahora es privado y no barato), presidido por un muxián y con la gerencia en manos de un corcubionés de adopción. El local está en Bendern, municipio de Gamprin, al lado del Rin que separa este país de Suiza: un paseo, cruzar un puente.
En este local estuvo este jueves por la tarde la nueva embajadora de España en Suiza y Liechtenstein, Celsa Nuño, junto al cónsul honorario o el consejero comercial, Juan Díez, entre otras autoridades diplomáticas. No es nada habitual que una representante de un país acuda a estos centros, y en Suiza los hay históricos. También el Apóstol Santiago empieza a serlo, pues se fundó en 1979. La embajadora fue recibida por Manuel Figueroa, de Ozón (Muxía), que lleva 43 años en el país y 32 de presidente, y por otros miembros de la entidad. Fue un encuentro cordial, con breves palabras de unos y otros.
Figueroa, de manera muy diplomática también, le pidió que no se olvide de ellos. «¡Embajadora: ¡Liechtenstein también existe!!, le dijo, en el sentido de que los tenga en cuenta y de que cuando recorran el país y lleguen a Zúrich no den ya la vuelta hacia Berna, y le agradeció especialmente la visita. Nuño también estuvo en la empresa Hilcona, que en medio siglo ha dado trabajo a centenares de vecinos de la Costa da Morte, y lo sigue dando. En los viejos tiempos, tenía un jefe de personal que acudía cada año a Muxía a buscar trabajadores, los contrataba y les pagaba el billete de ida. Alguno, ya jubilado, aún reside en Liechtenstein, a donde llegó hace 48 años. Los hay más veteranos, pero muchos regresaron a Galicia, o fallecieron. O van y vienen, porque para muchas cosas, relaciones familiares sobre todo, este país es como una parroquia más de la Costa da Morte, un Teruel o una Soria de Galicia en medio de Europa.
Algo sí cerraron, como la celebración del 12 de octubre, que habrá que concretar. Un mes después, en noviembre, volverán a celebrar la gran fiesta de la emigración, casi siempre con orquestas y monologuistas de Galicia, que más de una ocasión se han desplazado hasta ahí en taxi. Un lugar al que cada vez llegan menos emigrantes de la zona, porque el requisito del idioma es inexcusable, no como en otras zonas de Suiza, y eso que trabajo hay, tanto en maquinaria como en construcción. Pero los tiempos ya son otros.
