Escuela de picaresca

Carmen González Llorca LA LENGUA DEL ALMA

CARBALLO

15 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Qué es poesía? / ¿Y tú me lo preguntas? »; remedando a Bécquer, yo me pregunto, «¿Para qué estudiar Literatura?…» Pues para algo muy simple: para conocer el mundo y para ver cómo Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache y el protagonista de El Buscón seguirían campando a sus anchas por esta tierra nuestra, haciendo un viaje al futuro desde el Renacimiento y el Barroco patrios. ¿A qué viene esta reflexión? A que hay una «escuela de picaresca» implantada en nuestro sistema educativo, con visos de que los anteriormente citados, van a quedar «a la altura del betún».

Me explico. Como la gran mayoría de mis compañeros pertenecientes a la enseñanza, me encuentro enfrente de una aplicación, llamada PROENS, facilitada por la Consellería de Educación para realizar la programación de los cursos impares, en este caso de la ESO, en los que se hace efectiva la nueva ley (¿pero es una ley, de verdad, o de mentirijillas?) educativa, conocida como LOMLOE (el nombre sí es simpático, la verdad) o ley Celaá (ya no me hace tanta gracia…) Si Don Quijote de la Mancha, un personaje de Cervantes que, dentro de unos años, no lo va a conocer «ni la madre que lo trajo al mundo» (perdón por la expresión, pero es que ya me estoy contagiando de la nueva ley que antepone las competencias, y quiero ser competente con el lenguaje coloquial que es el que más se acerca al espíritu competencial del alumnado competente que ha de mostrar sus competencias en todos los temas, perdón, unidades didácticas, que han de ser objeto… bla, bla, bla…)

Si tienen a algún conocido que sea profesor (o profesora o profesore…) les invito a que le echen un vistazo. Si están acostumbrados a comprar por internet, sabrán que, en caso de cometerse algún error, hay que clicar en una frase «No soy un robot», con mucha gracia también. Pues, ¡no se lo pierdan!, los profesores debemos convertirnos en robots con «superpoderes», pues en una unidad didáctica (el tema o lección de toda la vida), hay que evaluar «quichicientos» criterios, en x sesiones y valorando el tanto por cien de cada lección, en el peso de la materia (la asignatura de toda la vida). Y eso con 31 alumnos por aula y cincuenta minutos de clase, que nunca son cincuenta porque si vienen de una optativa o del recreo, los minutos no restan, sino que suman… Ya lo decía Machado: «Todo pasa y todo queda /pero lo nuestro es pasar…»

¡Ah! Y, además hay que poner las faltas ipso facto en el ordenador de cada clase, no vaya a ser que ocurra algo, si un profesor se olvida… Y abrir la ventana, pues el protocolo covid ya no existe, pero por si acaso… Ya me he comprado un estuche con una superheroína con capa roja, para ir haciéndome a la idea…

Ya no son competentes

¡Ah! También se me olvidaba. Hay que hacer el seguimiento de los alumnos que han suspendido, porque no saben estudiar lo que no han estudiado… Es decir, retiran los exámenes de septiembre que «estaban muy bien», porque dos meses, con 30 y 31 días cada uno, espera que cojo la calculadora… 61 días (quedaba más elegante escrito con números romanos, pero «ya no son competentes») daban para estudiar bastante, pero es que los «superpoderes» también existen para los alumnos que van a hacer en quince días, lo que no han hecho, la gran mayoría porque no le ha dado la real gana (dejémonos de eufemismos y de ser políticamente correctos), durante todo el curso.

¡Ah! También se me olvidaba… Hay que recordar que no se puede poner un listado de alumnos con nombres a la vista, ni en el corcho, ni en el AV (aula virtual, que rima con competencial), ni en la puerta de clase… porque la protección de datos lo impide… ¡Si nunca se ha enseñado tanto física y psicológicamente como ahora…! ¡Y la mala fama se la llevaban los confesores! Si ahora ya ni se pregunta, se muestra todo, todito, todito… «palabrita del Niño Jesús».

Pensándolo bien… ¿para qué van a perder el tiempo estos niños, niñas y niñes estudiando, cuando pueden aprovecharlo mejor con Tiktok, Instagram y demás redes y no redes, que me importan un pimiento porque su calidad deja bastante que desear? Allí no les riñen, ni les exigen, ni les corrigen cuando hablan o escriben mal… Si el señor Ministerio de Educación les regala el título de la ESO… Sí, señor, no me lleve la contraria, que se lo digo yo… ¡Se les regala! No importa que no sepan leer, que no entiendan, que no sepan escribir, comparar, razonar («¡qué listiños me eran los ilustrados!»), advertir que nos están tomando el pelo miserablemente… ¿No se dan cuenta de que hay muchos licenciados (ahora, graduados)? Bajamos el nivel, aprueba todo quisque, las estadísticas del PISA, PISO o PISE, nos dejarán genial y España irá bien, aunque no se sepa hacer la o con un canuto. «¡Qué alegría, qué alboroto, me ha tocado el perrito piloto!». Se tratará del nuevo himno entonado por todos aquellos, ¡meus pobres!, con el título de la ESO en la mano, que dirán: «Y ahora, ¿adónde voy?» El bachillerato se convertirá en un paraíso solo apto para mentes privilegiadas y las facultades, no digamos… Menos mal que todavía hay profesores, padres y alumnos que saben que hay que estudiar (cada vez se exige menos) y que cuanto más sepan, menos maleables van a ser. La ignorancia es atrevida, pero, al fin y al cabo, sigue siendo ignorancia y «un burro delante de un ordenador, seguirá siendo un burro» (palabras de mi admirado José Antonio Marina).

Y sigo dándole a la tecla; unidad temática, criterio de evaluación, número de sesiones, porcentaje… unidad temática, criterio de evaluación, número de sesiones, porcentaje… unidad temática, criterio de evaluación, número de sesiones…. Grabar y guardar… ¡Piiiiiiiiiiii! ¡Error! «La operación no ha resultado exitosa…»