Los oleiros de Buño se han disparado un tiro en el pie. La Mostra da Olería que iba a cumplir su 39 edición no se celebrará este año. Es verdad que el Concello está organizando un evento financiado por la Deputación que ocupará las mismas fechas de la cita para la promoción de la alfarería, pero lo de este año no será lo mismo y los visitantes lo van a notar. Todo el mundo se dará cuenta.
El perjuicio para los artesanos es, de momento, incalculable, pero tendrán que pagar un alto precio. Es muy difícil recuperar el prestigio y el colectivo parece ahora poco confiable. Eso pensarán los que estaban acostumbrados a visitar la localidad para llevarse algunas piezas e instituciones como la Deputación, que ha demostrado que lo suyo es solo política. Los oleiros se han cerrado la puerta a las subvenciones y probablemente a la colaboración municipal.
En un mundo en el que las ayudas públicas son fundamentales para salir adelante, hacer lo que han hecho parece haber sido una mala decisión.
El colectivo oleiro no es un grupo de adolescentes alocados. En su mayor parte son señoras y señores maduros que viven de su trabajo y que no están para hacer revoluciones. El nivel de hartazgo y la preocupación por el futuro de su oficio y cómo está siendo tratado su medio de vida tienen que haber sido estratosféricos para haberse pegado un tiro en el pie como lo han hecho.
Ahora tienen la oportunidad de rediseñar su política de promoción de la alfarería, pero deben recordar que hay que mantener la unidad conseguida hasta el momento. Será la única manera de que puedan superar este bache que en estos momentos solo les perjudica a ellos.