Delémont, la villa suiza que creció con la mano de obra de la Costa da Morte

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

EN MUXÍA. En la foto, una de las mesas de la comida celebrada en el parador de Muxía con exempleados (jubilados) de la empresa Germain Comte. Daniel, el hijo del fundador, se desplazó expresamente a la zona para estar con ellos y visitar a muchos en sus casas. Su hijo Didier ya es el actual responsable.
EN MUXÍA. En la foto, una de las mesas de la comida celebrada en el parador de Muxía con exempleados (jubilados) de la empresa Germain Comte. Daniel, el hijo del fundador, se desplazó expresamente a la zona para estar con ellos y visitar a muchos en sus casas. Su hijo Didier ya es el actual responsable. GERMAIN COMTE

La empresa de construcción Germain Comte ha dado empleo a cientos de trabajadores de la comarca desde finales de los años sesenta

29 dic 2023 . Actualizado a las 18:46 h.

Edificios municipales, administrativos, otras infraestructuras públicas, casas y edificios, calles y carreteras... Casi no hay ninguna construcción en Delémont y alrededores en la que no haya participado mano de obra de la Costa da Morte. Emigrantes que, desde finales de los años sesenta, han trabajado en esta pequeña ciudad, la capital del cantón del Jura, en la que se asientan familias del sur de Bergantiños y de casi toda Soneira que van ya por la tercera generación. Y no solo en la construcción, con ser un sector crucial para centenares de familias: muchas de las famosas navajas suizas se elaboran, en parte, en esta localidad, lo mismo que piezas de relojes. Unas y otras (y más industria) ha pasado por miles de manos de la zona.

La histórica relación es conocida (Vimianzo y Camariñas están hermanadas con esta localidad, de los escasos en Galicia que existen con Suiza), pero recobra actualidad gracias a la exposición Taxi Compostelle que se inaugurará la próxima semana en el Museo Jurasiano de Arte e Historia, un edificio por supuesto levantado con manos gallegas. Pero, más que con datos estadísticos, que abundan para llenar muchas tablas de datos, la relación de Delémont con la Costa da Morte se cimenta en cientos de nombres y apellidos de familias que han construido ahí su vida, y que viven en esa ciudad como si fuese una parroquia más, con un pie en la de origen y otro en la de destino.

Comida en el parador de Muxía de extrabajadores de Comte
Comida en el parador de Muxía de extrabajadores de Comte GERMAIN COMTE
 

De las varias empresas que han jugado un papel clave para que eso sea así destaca la constructora Germain Comte, una compañía familiar nacida en 1946 que ya va por la tercera generación, de abuelo a nieto. Decenas de emigrantes de la Costa da Morte han trabajado o trabajan en ella. Realizan todo tipo de infraestructuras, civiles y públicas, de carreteras a edificios, de naves comerciales a centros residenciales, han pasado por sus trabajadores, que son «la piedra angular de cada uno de sus proyectos», como se definen. Por eso no resulta extraño que el hijo del fundador haya estado recientemente en la zona para invitar a una comida a muchos de sus exempleados, ya jubilados. Fue en el parador de Muxía, un lugar en el que tiraron de memoria y de recuerdos para hablar de muchos años de trabajo en Suiza. El empresario aprovechó para visitar en sus casas a algunos de sus antiguos trabajadores. Algo insólito, que da una idea de la cercanía y relación existente entre patrón y trabajadores en la emigración. Y empresas, porque no solo hay empleados en Delémont: este es un lugar en el que los emprendedores también han destacado y lo siguen haciendo, como la empresa de Francisco Ordóñez, cuyo titular es originario del municipio de Vimianzo.

Comida en el parador de Muxía de extrabajadores de Comte
Comida en el parador de Muxía de extrabajadores de Comte GERMAIN COMTE

Desde la compañía de Francisco Ordóñez, que ha trabajado mucho en carpintería para Comte, señalan que todavía unos 25 empleados de los 80 fijos en la plantilla de esa empresa son gallegos, de la zona en un su mayoría. Y el primero que llegó lo hizo en 1969. Desde entonces no ha parado, porque uno siempre llamaba por otro. Y dada la implicación y la seriedad a la hora de trabajar nunca hubo problemas para mantener esa cadena.

Comida en el parador de Muxía de extrabajadores de Comte
Comida en el parador de Muxía de extrabajadores de Comte GERMAIN COMTE

A Nosa Costa, a todos los efectos  

Además de las grandes cifras, los pequeños detalles. Pocos lugares de Suiza pueden presumir de haber tenido un local hostelero denominado A Nosa Costa. O un equipo de fútbol del mismo nombre. O el Centro Español. O el veterano Atees (Asociación de Trabajadores Españoles en Suiza). De llevar a actuar desde el Combo Dominicano a Camela o Rokiño (Francisco Ordóñez tiene mucho que ver tanto en el empleo como en la dinamización social). Y todo en una localidad pequeña con algo más de 11.000 habitantes, no lejos de la frontera suiza ni de Basilea (la gran ciudad de referencia), a unos 1.900 kilómetros de Vimianzo.

Centro urbano de Delémont
Centro urbano de Delémont DELEMONT.CH

José Castro Allo: «Pola rúa escoitabas máis 'bos días' que 'bon jour'»    

Entre los municipios de Camariñas, Vimianzo y Laxe se pueden recabar centenares de testimonios de vecinos que han trabajado en Delémont. Uno de ellos, muy destacado porque llegó en 1969, es el de José Castro Allo, de Xaviña (Camariñas). Estuvo en Comte 38 años, hasta que se jubiló con 60, hace ya quince, los que lleva en Galicia. Y echa de menos Delémont, a donde no ha vuelto, a pesar de que tiene a uno de sus hijos en Suiza. Dice que aquella época fue muy buena. Llegó gracias a un primo. Había navegado, no sabía nada de albañilería, así que empezó de lo básico, de peón. Poco a poco fue aprendiendo, tanto que un día el patrón lo llamó (él pensó que había hecho algo mal) le dijo que al día siguiente dejase de dar servicio al resto, que cogiese una caja de herramientas y empezase de albañil. Más tarde logró ser jefe de equipo, y después, capataz. Todo a base de esfuerzo y valía, y hasta trabajó con el hijo del dueño, que también aprendía lo fundamental de las obras. De hecho, incluso hablaba en gallego con él, porque José nunca aprendió del todo el francés. «Nas obras sempre falamos en galego, todos eramos da volta», recuerda. Los primeros años los pasó solo. Estaba aún soltero y vivía en unas barracas «que estaban moi ben, eran como casas». Después llevó a la mujer y ya crio a sus hijos allá, tres en total. Estaban muy a gusto. «Aínda hai moita xente desta zona, pero antes había máis. Lembro que ata se facía a danza de arcos polo Carme, coa cantidade de xente que había de Camariñas. Era ir pola rúa e escoitabas máis un bos días que un bon jour», señala. Con tantos años en las obras vio como cambiaba todo: «Agora era todo máquinas, pero cando eu cheguei, eran sobre todo picos, palas e carretas». Es incapaz de recordar todas las obras en las que participó, públicas y privadas. A él le gustaban sobre todo las grandes, que duraban muchos meses. Algunas en las que echaban hasta 500 metros cúbicos al día de hormigón. Casi no hay calles en Delémont donde no haya trabajado.