Mi Aldea del Alma | Nueva entrega de las crónicas de Ramón Romar sobre la dura vida de sus antepasados
28 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Viendo las cargas, la herencia que dejaron y la redención de cargas, no podemos imaginarnos de dónde sacaban nuestros antepasados para dar de comer a 10 personas y para pagar tantos ferrados de trigo y tantos reales a tantos parásitos que vivían a cuenta de los labradores. Sabemos que trabajaban unos 44 ferrados de tierra a labradío: 27 según las compras que hicieron del «lugar» sus herederos, 6 por herencia de su tío, 6 ferrados 16 cuartillos por la herencia de Francisca y 4 por la de Antonio. Las fincas de Antonio estaban muy lejos para ir trabajarlas, por lo que se supone que recibirían rentas por ellas. También sabemos que los rendimientos de las tierras, tanto de trigo como de maíz, solían estar entre 6 y 9 ferrados de producción por ferrado sembrado. La variación se debe a la calidad del terreno, los abonos empleados o la climatología del año. Y el efectivo… ¿de dónde salían los reales para pagar las deudas y para comprar lo imprescindible? Quizá de la venta de las crías del ganado lanar y cabrío, del sobrante de lana y lino, de unos cuantos huevos de las gallinas... Otra posibilidad es que saliera del 50 % de la ganancia por la venta de la «xovenca» y de la «potra», que tenían en aparcería. Del ganado vacuno no provenía, porque solo poseían una pareja de bueyes de labranza.
Son conjeturas, pero para una familia tan grande, eran muy pocas las tierras que trabajaban. Ni pasando hambre podían hacer frente a los pagos, y de ahí las muchas deudas que contraían. Un dato revelador se puede ver en la relación de deudas: «A la iglesia por renta de Fábrica cuatro ferrados de trigo a 10 reales son 40 reales». Es decir, la cosecha solo le dio para pagar el 50 % de los 8 ferrados.
Otro misterio es saber cómo llevaban sus cuentas, siendo posiblemente analfabetos, como lo era su tío. Debía ser dificilísimo saber de memoria cuánto, cuándo y a quienes tenían que pagar los arriendos, los impuestos y las deudas. En los últimos años el «contable» pudo ser su hijo Andrés, que sí sabía firmar.
Lo único que sabemos es que, para levantar aquella maltrecha economía, hubo que esperar a que su nieto Pepe emigrara a Brasil. El Tío Pepe fue el indiano de la familia. Desde allí envió dinero a sus padres, y cuando regresó trajo consigo una cantidad considerable que supuso una auténtica liberación para muchos.
El ferrado de la imagen del cuarto artículo de esta serie, ya publicado, es de la casa donde nací, y tiene unas medidas exteriores: largo abajo 415 mm, largo arriba 515, alto 190 y ancho 265. Todavía se conservan otras medidas como el ferrado de maíz (que es más grande que el de trigo), el medio ferrado o el cuartillo. Las medidas del cuartillo de trigo son: largo por abajo 265 mm, largo arriba 330, alto 120 y ancho 160. Fueron hechos por mi padre, el labrador al que no se le resistía ningún oficio. También a «rebola» que figura en este capítulo. Él nos dejó infinidad de anotaciones, bien sobre papel o bien sobre utensilios de labranza o de la casa, como por ejemplo en la «rebola», donde grabó el año en que la hizo (1936), y le añadió un mango, para facilitar su uso. También en las hoces del capítulo III, figuran sus iniciales F. R. y la fecha 1953.
El ferrado de trigo pesaba 13 kilos, y se dividía en 24 cuartillos. Y el ferrado de sembradura de Fornelos tenía 432 metros cuadrados (variaban mucho de un lugar a otro), y también se dividía en 24 cuartillo.
La peseta, cuando se implantó en 1868, equivalía a cuatro reales y así fue hasta la implantación del euro en 1999. El real equivalía a 34 maravedíes, y por lo tanto un maravedí equivaldría a 0,00004412 euros. En los cálculos que hacían no redondeaban a un maravedí, sino que ponían la parte de 34. Algo se compraría en aquellos años con esta moneda, porque era bastante común.