Cuando uno llega a los 99 años, cansando físicamente, pero con la cabeza bien amueblada, suele recordar hechos acaecidos que algunos olvidan y a otros no les interesa recordar. Digo esto para memorizar a los olvidadizos y a los que no vivieron la época. En los años 40 del siglo pasado, terminada la contienda incivil, se produjo un éxodo hacia América del Sur, principalmente a Argentina y Uruguay, muy importante. Era raro el día en que no recalase en Vigo algún trasatlántico.
La gente, como lo hacen ahora los inmigrantes, huía de la miseria, del hambre, en fin, de la situación que se vivía en España como consecuencia del fratricidio al que nos llevaron unos políticos ambiciosos a los que lo único que les movía era el poder. España les importaba un bledo. Uno recuerda lo mucho que nos ayudaron los gallegos de ultramar para mitigar el hambre y las necesidades que la incivil guerra había producido. Aquí llegaban barcos de ropa para las familias, carne, trigo en abundancia, artículos que para la mayoría de los gallegos eran inalcanzables.
Aquí en Galicia, hay que decirlo para que los gallegos de hoy se enteren, se llegaron a comer algarrobas y gatos. Se desayuna cascarilla Las Lolas y jugo de carne Iaso (la carne escaseaba), el pan de maíz (borona) era un lujo. Todo estaba racionado y había que recurrir al estraperlo, recordando los años 30 de la República en los que un dólar se compraba por un duro, la gente vivía, dentro de lo que cabe, bastante bien. Había trabajo y las primeras necesidades estaban cubiertas. Los jóvenes llegada la hora de independizarse no tenían problemas como hoy. Como colofón, opino que la República no era tan mala como nos dicen los nostálgicos, ni el franquismo fue tan bueno como especulan los estómagos agradecidos.