«Un hombre se quejó de que le costó trabajo tragarse el supositorio»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

A LARACHA

María Jesús, en el centro, el día que la homenajearon
María Jesús, en el centro, el día que la homenajearon

Personas con historia | En 22 años de farmacia propia en A Laracha, María Jesús Pereiro ha vivido todo tipo de anécdotas

07 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras tantos años como farmacéutica, María Jesús Pereiro, ya no da casi nada por supuesto. El día a día tras el mostrador le ha enseñado que incluso las cosas que parecen más evidentes no lo son para todo el mundo. «Un hombre se quejó de que le costó trabajo tragarse el supositorio», recuerda. «En una farmacia y en tantos años se ven muchas rarezas y en algún momento, hace unos cuantos años, pensé en apuntarlas para que no se me olvidaran, pero no lo hice porque pensé que las recordaría siempre. No ha sido así», explica.

Muchas de estas anécdotas se han colado por el desagüe de la memoria, pero otras, como la del supositorio se han quedado. Ella entiende la confusión. «Nadie le dijo por dónde lo tenía que tomar, solo que lo hiciera», señala. «Damos por sabidas cosas que son obvias para nosotros, pero que no lo son para otros», destaca.

Hubo algún caso que podía haber sido más peligroso. «Llega un señor al día siguiente de que le hubiera vendido un jarabe mucolítico y me dice que ya se lo ha terminado. Le habían indicado que lo tomara tres veces al día, cada ocho horas y lo que hizo fue beberse la botella en tres partes, desayuno, comida y cena. «Menos mal que era muy grande y eso no lo mato», dice.

Da la clave de uno de los éxitos de su trabajo. «Es importante que seas observador para la gente que no lo es y expliques desde cero. Que el supositorio no se come y que el jarabe lleva un dosificador...». «Lo que la gente agradece más es la atención personalizada, que le expliques cómo tiene que tomarse el antibiótico y que no se preocupe si tiene algunos efectos secundarios. Ellos no tienen por que conocerlos y mi obligación es decírselo todo. Si llega un señor que lleva tres años tomando Atorvastatina y le duelen las piernas sin saber el motivo tienes que atar cabos y que se lo digan al médico. De eso se trata. Los facultativos conocen varios medicamentos, pero nosotros manejamos todo el Vademécum. Ese es nuestro trabajo», señala.

Quizá esta es la razón por la que el viernes pasado se reunieron clientes, vecinos y amigos para despedirla. Reconoce que lloró de la emoción, que no se lo esperaba y menos cuando al día siguiente le aparecieron en la puerta con fuegos artificiales. Montó su propia botica hace 22 años en San Román y la prueba de su buena atención es la fiesta que le montaron y las extraordinarias reseñas que tiene en Google, por ejemplo. «Acabé pensando que algo bueno había hecho», explica. Reconoce que se emocionó mucho, que terminó llorando de pura emoción.

Reconoce que las farmacias están en primera línea de la sanidad. «El primer cribado somos nosotros», explica. «Si están pasando una gripe o un catarro ya no van al médico porque las listas están petadas en la atención primaria y no dan salida para tanta gente. Llegan y piden pastillas para quitar los mocos y la fiebre y van tirando», explica. A veces las cosas son más graves. «Llegan con picaduras de velutina a por algo y los mando directamente a urgencias, no sea que les dé un shock anafiláctico».

Los años y el carácter abierto de María Jesús han terminado por crear un fuerte vínculo con los clientes: «‘‘Teño a meu home que non se porta ben comigo''. Eso me dijo una señora y para que te cuenten esas cosas hay que tener mucha confianza».

«Voy a aprender a tocar la gaita para pasar después al saxo, que es lo que me gusta»

María Jesús Pereiro está jubilada desde el martes, pero eso no significa que vaya a dejar de ir a A Laracha muy a menudo. Como primera medida se ha inscrito a las clases de la asociación Queiroga de Paiosaco. «Voy a aprender a tocar la gaita para pasar después al saxo, que es lo que me gusta», cuenta. Lo tiene todo pensado. «Se trata de que me enseñen a tocar el punteiro y me han dicho que los de la asociación son muy buenos», explica. «Si soy capaz de acabar tocando A Carolina ya sería la leche en verso», dice.

«No tengo ni idea de música, pero desde hace mil años que quiero aprender a tocar el saxo porque me gusta el jazz y creo que es el momento de dar el paso», señala.

Con esas clases ya serán al menos dos días a la semana las que volverá a A Laracha porque no tiene la intención de dejar las clases de inglés a las que asiste en una academia de la capital municipal. «Desde hace años vengo desde A Coruña para ir a las clases. Será por academias allí, pero acabas empatando con el grupo de gente y la teacher y los compañeros dejan de serlo para convertirse en algo más», explica.

Reconoce que su relación con el idioma que se habla en Londres avanza solo regular. «A la gente que me pregunta le comento que te lo pasas muy bien, pero que el estudio corre por tu cuenta. Los martes estudio el verbo to be y hablaré mal inglés, pero me acaban entendiendo», señala.

Antes de abrir su botica en A Laracha trabajó en una de Los Mallos, un barrio de A Coruña, donde nació, y en otra de Carral. Su padre era carpintero y su madre, ama de casa.